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Adiós Cerro Colorado

cerro de piedras pintadas.

Algún día he de volver

por tu camino de cabras

«Córdoba Norte», Atahualpa Yupanqui

Salimos de la ciudad de Córdoba con rumbo Norte por la ruta nacional 9. Pasamos Guiñazú, Colonia Caroya, Jesús María, Villa del Totoral, Las Peñas y a la altura de Santa Elena giramos a la izquierda para adentrarnos en el chaco serrano cordobés. Nos separan 11 kilómetros de nuestro destino, el Cerro Colorado. Estas tierras guardan incontables historias de nativos y criollos, y se nutren de culturas ancestrales, de naturaleza viva. También del eco de la música popular en la voz y la guitarra de Héctor Roberto Chavero, más conocido como Atahualpa Yupanqui.

En los senderos ondulados que nos envuelven de misterios, vemos el cerro de piedras pintadas que nos acompaña al llegar al pueblo. Sus calles de tierra arcillosa, que guardan similitudes con las sendas misioneras, nos invitan a cruzar ríos que esperan lluvias, a bajar el ritmo para escuchar al viento, a alzar la vista para admirar el vuelo de los jotes. Seguimos el camino para llegar a Agua Escondida, esa tierra encantada en la que un paisano, agradecido por su amistad, le regala a Don Ata un predio en el que construye su casa de piedra partida, a orillas del río, justo en donde pega una curva.

La entrada a la Casa Museo Atahualpa Yupanqui es un camino nuevo, pero permite a quienes quieran, ya sea por interés o curiosidad, quedar imbuidos en la atmósfera que inspiró y cuidó del espíritu del músico y poeta oriundo de Juan A. de la Peña (Pergamino, Provincia de Buenos Aires), su compañera de vida y composición Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick (quien firmó sus obras con el seudónimo Pablo del Cerro), y de su hijo Roberto «Kolla» Chavero, quien nos recibe en “La Capataza”, el lugar que hoy guarda los tesoros de la biblioteca personal de Atahualpa.

Roberto Chavero en la entrada de "La Capataza".
Roberto Chavero en la entrada de «La Capataza».
  • ST: ¿Cómo fue el proceso de transformar este lugar de hogar a museo y espacio cultural?

Roberto Chavero: Yo vivía en Cerro Colorado y mis padres ya estaban grandes, venían muy de vez en cuando. En un momento dado pensé en qué pasaría con sus cosas el día que no estén más. No es que hubiera una gran fortuna de por medio, sino que era el resultado de una trayectoria artística. Mi padre recibía los premios, los agradecía, pero para él no eran fundamentales, no hacían a su arte, sino que eran consecuencias del reconocimiento de personas a su tarea. Surgió así la idea de crear una fundación con la idea de sostener la difusión y la comprensión de su obra. Esto fue en el año 87 y en el año 89, a principios del 89, y luego mis padres donan la casa a la Fundación. Así se fue armando lentamente el museo, gracias a la colaboración de Nelly Canipari, junto con un equipo de profesionales y amigos de mi padre. Fue todo muy a pulmón, porque obviamente casi no había visitas. Después con el tiempo sí se fue haciendo más conocido. Tras la muerte de mis padres, la fundación quedó algo desarticulada, pero sostuvimos el proyecto. A partir de un momento, no recuerdo qué año, me puse al frente de la fundación. Norma, mi actual pareja, fue realmente una de las personas que hizo muchísimo para sostener este lugar. Trabajó con mucho ahínco, poniendo el hombro. Hoy estamos estables; nos cuesta sostener este lugar, pero lo vamos haciendo. Tenemos proyectos armados, presentados para mejorar las instalaciones, hacer un montón de mejoras de orden de edilicio y sobre todo de tecnología, para tener un lugar adecuado para el visitante.

Mantener la llama encendida

El objetivo de la Fundación es el de mantener encendida la luz que brinda la obra de Atahualpa Yupanqui. En esa misión, organizan diferentes actividades desde presentaciones musicales, muestras o también espacios académicos que abordan su trabajo. “Nuestra tarea es fundamentalmente hacer conocer su obra, las referencias de aquellos que la han estudiado. Más allá de que la Fundación lleva su nombre, estamos tratando de cumplir con anhelo de mi padre, que era que enfocarnos en su obra y no en su vida personal”, afirmó Chavero.

El “Kolla” nos cuenta que la obra de su padre es muy amplia, porque describe el mundo que vivió y al que llegó por alguna referencia de alguien, una referencia fehaciente de algún personaje, de alguna historia conocida. Gran parte de sus vivencias están inmortalizadas en los ocho libros que escribió Yupanqui. Desde su estudio por la guitarra, hasta su análisis por la cultura japonesa, una obra diversa y completa de sus caminos.

Alguna vez empezó a escribir su autobiografía; habrá escrito unas 40 páginas y después dijo no, mi biografía está en mi obra, devolvió el dinero que le habían adelantado para esa tarea. Él no consideraba que hablar de su vida fuera algo importante para nadie. Creo que ese es un ejemplo de algo muy necesario en los tiempos de hoy, en donde mucha gente se cree imprescindible para los demás y así plantea las cosas”, reflexiona.

  • ST: Desde hace unos meses vienen trabajando con la Universidad de El Salvador en la digitalización de la biblioteca de Atahualpa Yupanqui, ¿cómo es este proceso?

RC: Creo que su obra es uno de los tantos candiles encendidos a los que la Humanidad puede recurrir para alumbrar su andar. No es el único, hay muchos más importantes, profundos, pero nuestra tarea es cuidar ese candil y difundirlo, señalar que está. Y en ese proceso está la digitalización de esta biblioteca. Este vínculo con la Universidad de El Salvador se lo debemos a un sacerdote (Carlos Manuel Otero), a quien su padre le regala un cassette con canciones de Atahualpa Yupanqui, cuando era seminarista. Cuenta que esas canciones lo marcaron para siempre. Hace unos años, se puso a estudiar y a leer la obra y las canciones, y escribió un libro que se llama “Caminos en la noche, los senderos espirituales de Atahualpa Yupanqui”. Luego empezó a hacer encuentros espirituales alrededor de la obra de mi padre. En uno de esos encuentros, vinieron varias personas a Cerro Colorado, entre ellas la Directora de la Red de Bibliotecas USAL, Liliana Rega. Ella ya había venido alguna vez, había visto la biblioteca y, en un momento dado, me propuso hacer la digitalización. Serán cuatro mil y chirolas de ejemplares, o sea, no son tantos, pero una biblioteca con títulos muy importantes.

Liliana les propuso hacer un Convenio de Cooperación entre la Fundación “Atahualpa Yupanqui” y la Universidad del Salvador. Se puso en marcha un proyecto con el objetivo de preservar, digitalizar, clasificar y catalogar los libros y materiales —cartas, textos, originales, programas de sus conciertos— de “La Capataza”.

Reinventar el aprendizaje a través de la música

Este proceso implica digitalizar los títulos de los libros, las tapas, sanar algunos libros que están por el paso del tiempo un poco gastados. Darle vida a esta biblioteca a través, justamente, de la digitalización y de abrir a quienes lo necesiten la posibilidad de conocer el libro que sea de su interés”, agrega Chavero.

Por otro lado, han digitalizado todo lo que era papel de nuestro archivo: fotografías, cartas, diplomas, todo lo que es papel, partituras. Todo lo que había en papel también lo ha digitalizado y todo eso se va también a disponer en la biblioteca digital; salvo las cartas o documentos personales, privados, que va a depender de nuestro visto bueno si los ponen o no”, explica.

El Silencio
El Silencio
  • ST: En ese proceso de digitalizar, de revisar la obra, sus objetos y sus libros, ¿aparecen cosas nuevas?

RC: Sí, siempre aparecen, porque por ahí mi padre cuando andaba fuera de casa escribía y a veces se lo dejaba a algún conocido, algún amigo, a alguien con quien se frecuentaba circunstancialmente. Así fui encontrando algunos versos en Brasil, Comodoro Rivadavia, en Balcarce. En el archivo de Fangio encontraron unos versos que no estaban firmados. Estaba puesto el nombre a máquina, pero no estaban firmados. Entonces, quien dirigía el museo en ese momento se puso en contacto conmigo para ratificar o rectificar si eso era escrito por mi padre. Luego de analizarlo, tanto por el estilo literario como por otros factores, era evidentemente un poema suyo escrito en su máquina. Hace poco un amigo encontró en Rusia unos afiches de la película “Horizonte de Piedra”, de la que él fue protagonista, coautor del guión y autor de la música. Lo mismo en Grecia; ese mismo coleccionista, acaba de publicar un extenso artículo periodístico de la presencia de mi padre en Grecia. Son todas ratificaciones del valor que tiene su obra en el mundo, en el mundo de la cultura. No es una figura mediática, masiva, pero sin duda en todos los países él tiene seguidores de su obra, de la escrita, de la musical.

Otro mundo para los niños

Hay personas que estudian el modo de tocar la guitarra. Guitarristas que tratan de seguir ese modo tan particular que tenía él de pulsar un instrumento. Y eso es parte de su legado, creo que eso es lo que hay que poner en valor: el concepto que tenía él de la expresión musical a la hora de tocar un instrumento. No tenía que ver con una destreza técnica o gimnástica, sino simplemente el poder expresar la música escrita de un modo correcto, de un modo que llegara con profundidad al público. Porque ahí es donde se crea una ida y vuelta que va mucho más allá de la admiración o del aplauso lógico”, señala Chavero.

Para mí esas son las cosas que es fundamental sostener y transmitir, para que otras generaciones puedan tener acceso a esos conceptos. Después, si los siguen o no, ya es un tema de ellos, pero por lo menos que sepan que existe esa forma de mirar y comprender la música, el arte, la poesía, la escritura, la palabra, la tierra, el cielo, que es distinta”, asegura.

  • ST: En el encuentro por el aniversario de su partida al silencio, mencionaste una frase de su poema que dice “Hagamos otro mundo para los niños”, ¿tiene que ver con darles la libertad a los niños para que encuentren esta otra mirada posible?

RC: Ese fue un poema que él escribió en uno de sus primeros libros, que se llamaba “Forastero”. Ese poema, pasados los años, lo modificó e incluso está musicalizado por músico santafecino Carlos Guastavino. Después mi padre modificó ese poema. Si bien ya lo tenía, le dio un carácter más universal. Claro, habían pasado muchos años, mucha experiencia de vida para él, mucho a meditar sobre la vida, sobre el mundo, y lo llevó a transformar este poema en eso que él dijo en esa última esa última presentación pública en Europa, en Zurich, donde lo terminaba con esa frase “Hagamos otro mundo para los niños”. Él no creía que este mundo podía mejorarse, sino que a este mundo había que transformarlo. Él tenía la percepción, esa facultad de percibir también el futuro, hacia dónde iba y estaba muy preocupado por eso. Le preocupaba mucho el futuro de la humanidad porque no veía que fuera por un buen camino.

Nuestro recorrido no finaliza en esta visita, porque siempre se vuelve a los lugares que nos inspiran. Agradecemos la hospitalidad y recepción de Roberto “Kolla” Chavero, de Norma, Leo, Fabián y de todas las personas que hacen que la experiencia de quienes visitamos Agua Escondida sea como estar en nuestro hogar.

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