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Muchas veces la literatura y el teatro se vinculan porque la fuerza poética de algunas novelas o cuentos puede ser tan intensa que necesita hacerse cuerpo. Es el caso de la narrativa de Lucía Berlín, la escritora estadounidense que vivió varios años en el Chile de la década del 50.

Seríamos una familia está inspirada en el poderoso universo ficcional de esta autora y pone en escena los vínculos familiares, la realidad de las mujeres, las expectativas y mandatos que pesan sobre ellas y los prejuicios. Temas como la violencia de género, el alcoholismo, la maternidad y la clandestinidad del aborto atraviesan una dramaturgia cargada de poderosas imágenes.

La obra está contada por una voz que se desdobla en tres actrices de distintas generaciones (Valeria Franchi, Pilar Pacheco, Evelia Romano) y que, a su vez, se mueven por tres tiempos también diferentes: pasado, presente y futuro se encuentran en esos cuerpos de manera que la acción a veces es recordada y otras, anticipada. Otro elemento diferencial de la puesta radica en la utilización del escenario: las actrices se mueven a través de un espacio central con dos frentes donde los espectadores pueden tanto acompañar como distanciarse.

La trama gira alrededor de un viaje familiar como metáfora de otro viaje personal, íntimo y particular. Es acá donde la frontera entre países se multiplica en pequeñas fronteras, más conocidas, más cercanas: lo familiar y lo propio, los hijos y los padres, las mujeres y lo que se espera de ellas, el deber y el deseo. Fronteras no solo entre naciones sino también de género y de clases sociales.

Acostumbrada desde pequeña a una vida itinerante como consecuencia del trabajo de su padre, Lucía Berlín pasó por lugares muy disímiles: escuelas rurales, casas compartidas y campamentos tiñeron su prosa de personajes incómodos y momentos hilarantes. Ese universo tan propio de la autora, con sus escenarios mexicanos y estadounidenses, puede resultar distante para un espectador argentino. Sin embargo, resulta imposible no hacer una yuxtaposición y llevarlo a nuestra propia geografía. Las desigualdades entre ciudades opulentas y empobrecidas atraviesan a todas las sociedades.

Seríamos una familia narra la búsqueda de una voz propia por parte de una mujer que puede ser muchas a la vez, muchas que han hecho un viaje después del cual salieron transformadas.

Todos los viernes a las 21 en Teatro Anfitrión, Venezuela 3340.

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