El gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, firmó una ley que prohíbe a los menores de 14 años tener cuentas en redes sociales. «Las redes sociales dañan a los niños de diversas maneras«, explicó en un comunicado que destaca que la ley permitirá tener cuentas a adolescentes de 14 y 15 años solo si tienen el consentimiento de sus padres. Además de restringir las cuentas de redes sociales para los menores de 14 años, la ley, denominada HB3, impone nuevas restricciones a la visita de sitios web pornográficos, como la obligación de verificar la edad.
En este marco, Mariela Reiman, Directora de Chicos.net, organización que celebra 25 años promoviendo los derechos de niños, niñas y adolescentes en entornos digitales, reflexiona sobre esta legislación y su impacto sobre la vida digital.
“Estamos viviendo en un contexto de enorme crecimiento de la digitalización y de un diseño y uso indiscriminado de la tecnología digital. Un tercio de los usuarios de internet en el mundo son chicos/as menores de 18 años: las relaciones, la educación, el entretenimiento y el juego están cada vez más mediados por tecnologías digitales. Si bien estas tecnologías no están ni fueron diseñadas para niños y niñas, son parte de sus vidas”, explica la especialista.
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Este crecimiento descuidado y desregulado, genera una comprensible inquietud en las familias y docentes que están preocupados por el impacto de estos consumos en niños, niñas y adolescentes, y los interpelan a buscar soluciones. Sin embargo, según la perspectiva de Chicos.net, esta ley es “simplista y está basada en la prohibición”, por lo que no logra este objetivo, y plantea las siguientes complejidades:
- Pone el foco únicamente en niños, niñas y adolescentes en lugar de proponer un abordaje holístico y no contempla las responsabilidades del resto de los actores sociales. En un mundo hiper conectado, con dispositivos por todos lados y plataformas que buscan permanentemente minar nuestra atención, más que esperar un comportamiento de cero-redes por parte de los adolescentes, tenemos que apuntar a las responsabilidades de las empresas en su forma de operar, la necesidad de regular, de diseñar plataformas que respeten los derechos y necesidades de niños y niñas. Una medida de este tipo tampoco entiende la urgencia y necesidad de que docentes y familias cuenten con herramientas y puedan comenzar a educar y acompañar la vida digital de los menores, desde edades tempranas.
- Aparenta ser una medida efectiva, para que los adultos nos quedemos tranquilos, pero tiene riesgos y costos. Prohibir es generar un terreno fértil para la trampa. En una sociedad hiper conectada en la que las redes son parte de nuestras vidas, es casi imposible (además de injusto) mantener aislados a los adolescentes. Ellos van a entrar igual: mintiendo, escondiendo y encontrando maneras a través de cuentas alternativas. Lo que habremos ganado es un modelo de control y una pérdida de confianza que, ante una situación de riesgo, no quieran ni puedan acudir a los adultos cercanos en busca de ayuda. Van a entrar igual sin protección, sin diálogo ni acompañamiento porque supuestamente lo tienen prohibido. Consideramos que este tipo de leyes que regulen las empresas son necesarias, pero no deben ser solo prohibitivas sino de cuidado y educación.
- Incrementa los riesgos y desvía la mirada de los problemas reales: porque en lugar de educar en ciudadanía y alfabetización digital, en analizar las problemáticas de privacidad, gestión del tiempo de pantallas, contactos con desconocidos, noticias falsas, convivencia y respeto, busca alejar y postergar el problema. De este modo: ¿cómo y cuándo acompañaremos en el desarrollo de habilidades, competencias de uso crítico y construcción de criterios para su vida digital? Lo que aparenta ser una ley protectora, los deja vulnerables a los daños que puede aparejar la vida digital. Esto último se agrava especialmente si pensamos en clave de inclusión: chicos y chicas de sectores desfavorecidos quedan aún más expuestos y menos preparados.
- Se basa sólo en lo negativo y genera múltiples contradicciones: ¿cómo se define qué es una red social y qué no?, ¿se prohíben redes sociales de videos como YouTube o de mensajería como WhatsApp? Hoy los límites de las plataformas están difusos y sus usos son diversos. La misma tecnología de comunicación que fue un aporte en la pandemia, que conecta familias, acerca y brinda nuevas posibilidades a comunidades aisladas y ofrece oportunidades de aprendizaje y de construcción de conocimiento ¿necesita prohibirse?, ¿cómo puede ser algo bueno y malo al mismo tiempo?, ¿cómo harán las familias para utilizar las redes sociales mientras están con sus hijos/as?, ¿Cómo pensamos estos modelos parentales de manera coherente para que realmente eduquen?
- Ubica a la tecnología como responsable de problemas de nuestras sociedades: las redes sociales son el reflejo de la sociedad violenta, ansiosa, individualista, que promueve una fuerte cultura de la imagen. El mundo digital hace que estas problemáticas sean más visibles, pero es necesario que veamos y atendamos los desafíos que subyacen antes de ir a buscar soluciones mágicas o parciales.
- Ignora la realidad del mundo digitalizado y el contexto en el que vivimos: ¿Cómo se puede mantener a los adolescentes en una burbuja que los aísle del mundo que los rodea?, ¿qué pensarán los propios adolescentes sobre estas medidas que ignoran la dimensión social y su valor para la construcción de su identidad? Asimismo, los adolescentes se informan en las redes, por lo que tenemos la responsabilidad de darles herramientas para discernir las noticias, y conocer la validez de las fuentes y las redes, para que puedan aprender a usarlas para mitigar la desinformación y las noticias falsas, así como la acción de los trolls.
- No se tuvo en cuenta la voz de los y las adolescentes: Una ley que los y las involucra tanto, debería incluir sus opiniones.
“Un escenario complejo como este, con múltiples aristas, no se resuelve con soluciones tan simplistas y autoritarias como prohibir, soluciones que aparentan ser efectivas, pero que tienen falencias y traen aparejados riesgos para el desarrollo de los y las jóvenes. Prohibir no es educar ni es proteger”, concluye Reiman.