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¿Cuáles son los vericuetos de la creatividad? ¿Cómo es ese camino que llevará a la consagración? ¿A través de qué discursos somos nombrados? ¿Cómo decir algo distinto cuando ya se ha dicho tanto? ¿Cómo enfrentarse al vacío de la creación dejando de lado los fantasmas? ¿Cómo arrojarse al juego de la escritura sin que otros discursos no silencien nuestra propia voz?

En I-Ching, obra teatral escrita por y dirigida por Catalina Piotti, una guionista sueña con triunfar en Hollywood. El proceso creativo la envuelve en sus propias contradicciones. La ansiedad y la pérdida de contacto con el mundo exterior la atormentan. Mientras piensa estrategias que la lleven a ese prestigio tan ansiado, escribe por las noches lo que cree que será su obra maestra, esa que le abrirá las puertas de la tan ansiada consagración. Pero como todos los mortales, tiene que pagar las cuentas, motivo que la lleva a alquilar una habitación de su vivienda. Así ingresará Amelia, una chica inocente, romántica y alegre que le abrirá nuevos horizontes.

Leticia (Catalina Cofone Polack) es la guionista en cuestión y todas las noches se enfrenta con el fantasma tan temido de la página en blanco. Escribe y reescribe, nada la convence. Siente que no logra transmitir en imágenes aquello que está en su cabeza. La tensión entre narrativa y lenguaje audiovisual se hace presente porque el cine es imagen, a diferencia de la literatura, donde es el espectador quien forma sus propias imágenes.

La agotada guionista escribe y se lee. Se espanta de sus propias palabras, no le gusta su propio trabajo. borra y vuelve a empezar. Las películas que ha visto a lo largo de su vida la asaltan, la toman desprevenida, y tiñen su escritura. La dificultad de encontrar qué decir, de hallar la voz propia en medio de un universo de sentidos que se extienden como una trama significante que la envuelve. Difícil dar en la tecla de lo que verdaderamente queremos decir, sentir que la escritura fluye deportivamente, con espíritu jodón, como dice el gran Mauricio Kartún, si ya tantos otros relatos han sabido expresar eso mismo que nosotros deseamos contar. Difícil también alejarse de la idea de que la escritura es, en realidad, corrección y reescritura. Difícil no esperar la “musa inspiradora” y sentarse a provocar la escritura.

Leticia escribe de noche, cuando la ciudad duerme y, como la noche misma, es oscura. Atormentada por aquello que no logra expresar, encuentra una salida en el regodeo del dolor, de la angustia, de la traba. En contraste, Amelia (Luciana Caisutti) es clara, alegre, sociable y conversadora. Es la que le hace descubrir un camino creativo a través del I-Ching, el milenario libro chino. ¿Será ese el camino para encontrar su propia creatividad?

Izquierda, Luciana Caisutti. A la derecha, Catalina Cofone Polack

Como un juego de opuestos complementarios, una y otra descubrirán que quizá no son tan distintas. La luminosidad de una remarca la oscuridad de la otra, característica que se ve no solo en los tonos de actuación sino además en las decisiones de vestuario. ¿Es Amelia el alter-ego de Leticia? ¿Ese otro lado que la desnuda? ¿O es Amelia un personaje producto de la imaginación de Leticia y que ya adquirió su propia vida, más allá de la pluma de la autora? La línea entre realidad y ficción quizá sea bastante delgada. O ¿no es acaso nuestra propia vida una ficción cada vez que la contamos, cada vez que ponemos un recuerdo en palabras, cada vez que narramos situaciones pasadas?

La puesta despojada de I-Ching se centra en las actuaciones de ambas actrices y además propone una mixtura con el lenguaje audiovisual a través de una pantalla sobre la cual se proyectan breves instantes de las películas más icónicas. El teatro y el cine conviven armoniosamente porque, en definitiva, pueden tener más cosas en común de las que pensamos.

I-Ching indaga en los mecanismos subjetivos de la creación, en la angustia que todo proceso artístico conlleva, en la soledad de la escritura, en la construcción de la identidad a través del deseo. Pero también deja vislumbrar otros temas como el bullying, la complejidad de los vínculos humanos y la imposibilidad de encajar en determinados moldes sociales. Y, más allá de todo, quizá aquello que se ha silenciado por miedo o por vergüenza se pueda expresar a través del arte, ese camino que siempre nos salva.

Los domingos a las 20.30 en Teatro Border, Godoy Cruz 1838, Caba. Entradas por Alternativa.

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