Por Itatí Cabral, directora de Operaciones de Junior Achievement Argentina.
Escuchamos a diario historias de jóvenes que hacen de un emprendimiento una forma de vida y pensamos que esta capacidad no es para cualquiera o creemos que emprender es para unos pocos que cuentan con un capital elevado. Sin embargo, las habilidades emprendedoras pueden desarrollarse y como todos sabemos, lo que se ejercita desde pequeños se desarrollará de forma más sólida al crecer.
Cuando implicamos a los jóvenes en experiencias educativas que involucran habilidades emprendedoras, los jóvenes comienzan a conocerse mejor, crecen en el manejo de herramientas e instrumentos, y sobre todo se desarrolla en ellos lo que llamamos una “actitud emprendedora”. Esta actitud tiene mucho que ver con la confianza y el sentido de posibilidad que les permite proyectarse a futuro y creerse “capaces de”.
Cuando hablamos de educación emprendedora nos referimos a experiencias que permiten a los jóvenes aprender a planificar, comunicar sus ideas, trabajar juntos en pos de un objetivo y arriesgar para construir algo que antes no existía. Desde Junior Achievement, estas experiencias educativas se trabajan a partir de un proyecto productivo de triple impacto: es decir, los jóvenes deberán considerar el aporte económico, social y ambiental de aquello que se proponen, lo que los obliga a ampliar su horizonte hacia la comunidad que los rodea.
El proyecto emprendedor es el vehículo necesario para experimentar, aprender y darse cuenta de lo aprehendido, a través del cual se desarrollan las habilidades emprendedoras. Y el proyecto de vida de cada joven es el que se verá fortalecido, siendo conscientes de que pueden –porque lo han vivido- planificar y reescribir su camino.
En 2022, más de 6.000 estudiantes de escuelas de todo el país participaron en programas de emprendimiento de Junior Achievement. Más del 70% de estos estudiantes reconoce al trabajo en equipo, la responsabilidad, la creatividad y el conocimiento financiero como las habilidades más potenciadas durante la experiencia. Los participantes en estos programas evidencian un incremento significativo en su autoestima, autoconocimiento y propensión a emprender.
El 72% de los estudiantes considera positivo iniciar un emprendimiento y cree que la experiencia contribuyó a desarrollar las capacidades para hacerlo; mientras que un 46% indicó que su objetivo es volverse emprendedor.
En un mundo incierto y cambiante, con altas tasas de desempleo juvenil resulta fundamental que los jóvenes desarrollen una actitud emprendedora, ya que tomar decisiones, trabajar en equipo, llevar una conducta ética, asumir responsabilidades, comunicar nuestras ideas y saber escuchar las de los demás son competencias necesarias para involucrarnos en un entorno laboral.
Los jóvenes necesitan desarrollar habilidades cognitivas y socioemocionales para alcanzar su máximo potencial. Nuestra tarea como adultos es mostrarles caminos posibles, incentivarlos a recorrerlos y acompañarlos en el intento. Estimular la actitud emprendedora es fundamental para que los jóvenes se sientan capaces de imaginar y crear su propio camino, contribuyendo al bienestar de sus familias y comunidades.