De algún modo u otro, la gran mayoría de la sociedad ha transitado por el sistema educativo. Pero cada trayectoria es diferente. Eso habilita a que todos tengamos una porción de la realidad de lo que sucede al interior de las escuelas, de cómo trabajan los docentes, cómo se enseña, cómo se aprende. No obstante, los diagnósticos centrados en la experiencia personal no dejan de estar sesgados por la subjetividad. Muchos aún mencionan los tiempos de oro de la escuela, sin percatarse que gran parte de su éxito, sobre todo en escuelas secundarias, estaba dado por un criterio de exclusión. Hoy la obligatoriedad y la ampliación de la escolarización siguen desafiando a los sistemas educativos a reordenar sus esquemas, a romperlos, o a reinventarse para poder combinar inclusión y calidad, no como opuestos, sino como el compromiso de los Estados por garantizar el derecho a la educación.
A días de lanzar su primer libro, titulado “Esperanza en la escuela”, desde Sobre Tiza dialogamos con Victoria Zorraquín, especialista en Educación, fundadora de Educere y actualmente Directora de Escuelas Rurales del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Uno de los personajes del libro es una docente capaz de conectarse con sus alumnos, que se apasiona por el arte de enseñar y que tiene la esperanza de que sus alumnos puedan aprender.
“Para revalorizar el rol docente no alcanza que lo haga el sistema educativo, lo tiene que hacer toda la sociedad”, afirma Zorraquín. Más allá de los salarios de los docentes, para la especialista al docente le importa mucho su pertenencia, su lugar de trabajo.
“Creo que se podrían hacer muchas cosas si el docente pudiera mantenerse en una escuela, con un equipo de trabajo estable. Además hay que pensar cómo es la carrera docente en cada provincia. Hay experiencias en distintos países del mundo donde, por ejemplo, los intendentes están respaldando a sus directivos, respaldando a sus docentes, a fin de mostrarles la importancia que tiene el docente para la vida de esa comunidad, sabiendo que cada chico que viva en esa localidad va a pasar por las manos de esos docentes”, ejemplifica.
– En el ámbito educativo es común escuchar críticas y generalizaciones que atentan contra un diagnóstico real del sistema educativo y basado en evidencia que dificulta construir consensos. En sus años recorriendo escuelas, ¿cuáles han sido las experiencias o conversaciones más significativas para entender las limitaciones y oportunidades que tiene el sistema educativo actual?
– Durante un curso que hice en la Universidad de Harvard sobre trabajo con las estadísticas y los datos del sistema educativo, compartí un tiempo con 20 o 30 países del mundo, todos países con sistemas educativos en situaciones difíciles. El profesor nos preguntó si recabábamos datos en las escuelas. Todo el mundo dijo que sí. Distintos tipos de datos, por supuesto. Pero cuando preguntó cuánto tardaban esos datos en volver a la escuela, nos quedamos en silencio, nadie respondía. Después de unos minutos le digo que en Argentina (hace 15 años) los datos nunca vuelven a la escuela, y los otros 30 participantes dijeron lo mismo. Hoy eso está cambiando con las Pruebas Aprender. Más allá de podemos discutir si es la mejor evaluación o no, creo que definitivamente es una manera de, por un lado, enseñar a las escuelas que tenemos que trabajar con datos precisos y no con impresiones, y, por otro, responsabilizarnos a todos, responsabilizar a toda la cadena.
Ante estos diagnósticos, y con más fuerza en estos últimos meses, se comienza a mirar cómo otros países han solucionado los problemas por los que Argentina está transitando. Es así como cada vez resuenan más en la política local la posibilidad de importar modelos pedagógicos como los de Finlandia, Singapur, entre otros. Pero, ¿podemos imaginar que Argentina cuente con un modelo “exportable” basado en una propuesta propia?
“Argentina no necesita importar un modelo pedagógico, puede usar su propio modelo, puede construir su propio modelo innovador”, subraya Zorraquín. “Tenemos excelentes docentes para pensar en este nuevo sistema. A cada lugar que uno va se encuentra con docentes comprometidos, pero el sistema no siempre contribuye a que esos docentes brillen. La misma burocracia del sistema los va tapando, los va encerrando, los va haciendo sentir solos, alejados. Entonces les cuesta mucho poder vincularse para poder crecer y mostrar ese sistema posible”.
– La publicación de su primer libro abre puertas nuevas al diálogo con los docentes. ¿Qué mensaje busca que los educadores reciban de este material?
– Lo que hace “Esperanza en la escuela” es fundamentalmente mostrar una escuela que trabaja en equipo, una organización del aula donde cada alumno tenga protagonismo, donde cada alumno sea parte permanente del proceso de aprendizaje y no un pasivo recipiente de lo que el docente va a decir. Mientras escribía el libro a través de la voz de mi hija me di cuenta que podía llegar de otra manera a la fibra del docente, espero haberlo conseguido no estoy segura… veremos lo que dicen los lectores. Creo que hay que escuchar a los alumnos. Si realmente invirtiéramos la rueda, escucháramos a los alumnos y los involucráramos en el proceso de enseñanza aprendizaje, para que ellos perciban cómo están aprendiendo, cuánto están aprendiendo, cuánto no están aprendiendo, creo que cambiaría completamente la perspectiva de la escuela como la conocemos hoy.
«Esperanza en la escuela» se presenta oficialmente el 14 de junio a las 18:30 en el Auditorio 513, del CCK. Reserva tu entrada gratis en info@educere.org.ar.
Esperanza en la escuela cuenta la historia de Silvina, Mona, Yago y su equipo de educadores, desde el punto de vista de una alumna y el de una madre que también es educadora. Silvina es una maestra como tantos cientos de maestras. Mona es directiva. La voz de Esperanza, la alumna, expresa lo que no queremos volver a ver en las aulas, y también lo que soñamos y esperamos que sea posible.