LA EVOLUCIÓN: por la profesionalización de las y los docentes de la escuela, y por las relaciones y vínculos que la conectan con las familias, la comunidad y sus organizaciones.
Dimensiones:
- Desarrollo profesional docente
La escuela posible considera la práctica de las y los docentes desde dos perspectivas:
- la primera, de carácter diacrónico, atiende a su trayectoria y, en este sentido, comprende tanto la formación inicial como la formación permanente, en búsqueda de la actualización de saberes y la mejora de sus prácticas;
- la segunda, una visión sincrónica, considera las situaciones cotidianas que las y los docentes de la escuela enfrentan en relación con la tarea que desarrollan.
De esta manera, el trabajo docente y el desarrollo profesional docente se presentan como acciones integradas, constituyentes la una de la otra, puesto que generan un movimiento sinérgico: trabajar en espacios escolares implica una permanente revisión de las dificultades y novedades que surgen en su devenir. De este modo, los problemas de la práctica y del trabajo docente incentivan la búsqueda de actividades y estrategias de desarrollo profesional que permiten superar los obstáculos y mejorar los procesos de escolarización de los estudiantes.
Un paradigma renovado del desarrollo profesional plantea una conceptualización también renovada, en torno a la concepción de la/del docente como trabajador/a intelectual, que construye conocimiento o resignifica el que posee, en torno a la práctica propia, o ajena, en forma colaborativa, situada e integrada en comunidades de aprendizaje –o de práctica, en términos de Blejmar (2005)-en las que se analiza y teoriza el hacer cotidiano. En este sentido, la escuela posible alberga docentes movilizados hacia la construcción de comunidades de aprendizaje en las que circulan saberes de calidad y en las que todas y todos aprenden.
- Relaciones con las familias y la comunidad
La escuela debe considerar, entre sus objetivos, el apoyo y fortalecimiento de la acción educadora de las familias. A su vez, éstas deben involucrarse en el proyecto educativo de los centros escolares, adoptando un protagonismo activo en la toma de decisiones.
Por su parte, la relación entre la comunidad y la escuela se establece a través de procesos colaborativos, revirtiéndose el antiguo patrón de interrelación en el que la escuela convocaba a la comunidad para cooperar con sus necesidades. Hoy se trasciende ese paradigma para avanzar hacia procesos de construcción colectiva que enriquezcan a todas y todos: la escuela interviene en la comunidad y/o la comunidad coopera con la escuela, en un proceso de vinculación e interrelación mutua, sustentado en dos factores claves: la confianza y el rol trascendental de la familia, con el fin de potenciar la tarea educativa.
La escuela posible está comprometida con seguir pensando, dialogando con otros, reconociendo su lugar y su palabra para construir un ambiente educativo que responda a los nuevos significados, sentidos y funciones que se le atribuyen y que, de esta manera, convoque, motive e interese a las y los estudiantes. Una escuela creada y sostenida por todos: los que están adentro y tienen que abrirse al afuera y los que están afuera y tienen que ser convocados, escuchados y sentirse comprometidos a compartir la vida de la escuela; convocados, en definitiva, a acompañar la formación y el camino que niñas, niños, adolescentes y jóvenes transitan.
Las relaciones entre una escuela posible, las familias y la comunidad se sustentan, entre otros, en los siguientes principios: las familias son parte de la escuela, sus integrantes –junto a las y los docentes- son las/los adultos responsables de la educación de las y los estudiantes, las familias intervienen en la conformación de los acuerdos de convivencia escolar, los proyectos educativos generados desde la escuela tienen una fuerte salida a la comunidad, desde la escuela se insta a la vinculación de las y los estudiantes con su entorno local, ciudadano, barrial; con el mundo del trabajo, los ámbitos para la continuidad de estudios y diversos emprendimientos (artísticos, deportivos, entre otros).
Pensada en la intersección del sentido, el contexto y la evolución, la escuela posible se distingue por un profundo conocimiento del contexto social del que la escuela forma parte. También por el abordaje pedagógico de problemáticas sociales –que no están ausentes en esta escuela posible– como la violencia, las adicciones, las situaciones de vulnerabilidad socioeconómica, entre otras. Pero la clave es que estas condiciones de la realidad actúan como contexto de posibilidad que promueve acciones pedagógicas de centralidad curricular. Asimismo, trabaja por la conformación de redes de adultas/os de la comunidad que brindan apoyo y acompañamiento, nexos promotores de trayectorias escolares satisfactorias, en función de los ritmos de aprendizaje y necesidades particulares de las y los estudiantes.