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Cada persona guarda secretos, los llevan a cuestas, sobre sus espaldas, a veces se cuelan entre las palabras, otras veces empujan ciertas decisiones. Secretos a voces, secretos silenciados, secretos que se callan, secretos que pujan por salir.

Una profesora de literatura que sueña con ser sirena y anhela no morir sola. Un hombre que trabaja como vigilante de seguridad y que encuentra algo parecido a la compañía en videos pornográficos. Cada uno en un mundo distinto, cada uno inmerso en sus propias cavilaciones hasta que un día se descubren y comienzan un vínculo mediado por una gran pantalla. Ella imagina a un hombre muy distinto. Él ve a su propia madre. El encuentro y el desencuentro. La ilusión y la desilusión. Lo virtual y lo real. El comienzo y ¿el final?

Iván Moschner

Los secretos es la segunda entrega de la trilogía De las veces que imagino del dramaturgo Juan Andrés Romanazzi cuya primera obra fue Las promesas, un monólogo a cargo de la misma actriz. Si la primera hablaba del paso del tiempo y de la espera ante una promesa, ésta habla de las ilusiones que se construyen para no caer, para aferrarnos a algo que nos salve del miedo irremediable ante la muerte y de los secretos que nos acompañan como refugios donde siempre volvemos. El texto es de una poética maravillosa. Sutil, lleno de juegos de lenguaje pero sin carecer por ello del humor necesario para oxigenar. Una dramaturgia que se completa con una puesta sencilla pero poderosa, que hace foco en las actuaciones entrañables de Paula Fernández Mbarak y de Iván Moscner, quienes le dan vida a estos seres tan particulares como desopilantes. Con una gran variedad de recursos actorales, cada uno logra construir un personaje que no solo emociona hasta las lágrimas sino que también provoca risas.

Paula Fernández Mbarak

Dos desconocidos que ven en el otro lo que desean ver. De un lado, la necesidad de compañía. Del otro, la necesidad de sentirse necesitado por otro. La ilusión del amor, ni más ni menos. Y la desilusión posterior. La construcción de un ideal y su caída libre. Dos seres solitarios, con sus propios fantasmas a cuestas en una pieza que habla también del miedo a la soledad, de las frustraciones y de la intemperie por la que transitamos la vida. Un hombre y una mujer que van revelando sus vidas, su pasado, sus deseos y sus miedos, y que estarán dispuestos a todo con tal de encajar con el otro y así salvarse de la soledad porque nadie quiere morir solo. Una obra que además coloca estas problemáticas universales en el mundo de los vínculos virtuales donde nada es lo que parece. ¿Se pueden sostener ciertos vínculos más allá de las redes? ¿Qué sucede con los cuerpos en el encuentro cara a cara? ¿Qué emociones se despiertan a través de las pantallas? Todos interrogantes que se han profundizado en estos últimos tiempos de pandemia puestos en escena desde una mirada poética, sensible y entrañable.

Sábados 22.30. El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034

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