En la vasta extensión del territorio argentino encontramos realidades muy diversas, por momentos contradictorias o irreconciliables. Frente a esta heterogeneidad, materializada en un mundo de excepciones, es difícil imaginar que todos podemos aprender de la misma manera. Los contextos, el entorno, los sistemas de valores y creencias, los orígenes de nuestros pueblos difieren tanto entre sí que es necesario entender cuáles son los modelos pedagógicos más adecuados para atender las problemáticas y necesidades particulares de cada población.
Julio Manuel Pereyra es un profesor comunitario que comenzó a trabajar en esta línea en poblaciones rurales de Misiones. Ese trabajo lo llevó a crear una iniciativa que lleva el nombre “Caminos de Tiza”, una Escuelita Ambulante que conjuga estrategias y recursos educativos de las modalidades Especial, Intercultural Bilingüe, de Frontera, Rural y Domiciliaria y Hospitalaria.
Su mirada sobre la enseñanza está basada en una intervención educativo-pedagógica cuyo eje de enseñanza gira en torno a la Pedagogía de la Emergencia, es decir, entendiendo y atendiendo una respuesta educativa a problemáticas estructurales y coyunturales de una comunidad. Ya sea un paraje, una colonia rural, una aldea o un barrio, la propuesta que lidera Pereyra contempla que los contenidos abordados respondan a necesidades específicas.
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En diálogo con Sobre Tiza, el profesor comunitario afirma y aclara que su propuesta se basa en una concepción de “Educación Paliativa”, cuya significatividad e impacto comienzan en el trabajo sobre qué se tiene que informar/enseñar, no “para”, sino “con” y “desde” la comunidad.
“Desde Caminos de Tiza adoptamos una concepción pedagógica que está hecha para refugiados y desplazados de guerras, y su aplicación en Argentina está resultando funcional. Nosotros lo que queremos hacer es combatir determinadas problemáticas de manera paliativa. Nosotros no queremos suplantar la responsabilidad del Estado, lo que queremos es generar una red primero, construir la escuela en vez de quejarnos de que los chicos no tienen una, construir juntos una comunidad educativa. No tenemos el síndrome del Salvador, no venimos a salvar a nadie”, remarcó.
La mirada educativa situada
Caminos de Tiza, en su concepción actual, nace aproximadamente en el 2014, en un basural de Paso de los Libres, Corrientes. Pereyra se encontraba trabajando en un proyecto de acompañamiento social para facilitar el acceso al agua potable. “En ese contexto, encuentro analfabetismo, niños con trazas discontinuas por el tema del trabajo infantil, niños con discapacidad sin trazas terapéutico-pedagógicas”.
Hace cinco años, también se sumó Yanina Rossi. Juntos diseñan propuestas de intervención socio-pedagógica para re-institucionalizar a los chicos de cada comunidad. “Tener una compañera que te acompaña a la basura, entre mosquitos, donde hay riesgo de violencia, es muy importante”, subrayó.
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“Yo comencé trabajando en lo que es la pedagogía de la emergencia; atender una problemática real y a tiempo, una necesidad mediata, por no decir inmediata. En ese contexto eran los protocolos de seguridad e higiene, temas para prevenir infecciones, enfermedades. Las personas con quienes trabajamos en ese primer momento vivían literalmente en la basura y de la basura. Eran recolectores, recicladores. Por eso empezamos nuestra función docente abordando contenidos sobre qué objeto eran punzocortantes, cómo evitar transmitir una enfermedad, qué son los vectores de transmisión de enfermedades, qué tipos de basura puede implicar una contaminación”, relató.
“Me di cuenta de que había que enseñar cosas que le sirvieran para la vida y a partir de eso química, física, lengua. Queremos que hoy las chicas no se embaracen, que los chicos que trabajan sepan cómo cuidarse, que las familias tengan más herramientas para acompañar a sus hijos. Por supuesto, no podemos hacerlo solos, sino que nuestra misión es dejar capacidad instalada en la comunidad. Nos dedicamos a formar educadores de espacios de primera infancia, trabajar con auxiliares docentes indígenas, generar acervos de materiales con maestros de escuelas interculturales y especiales, para que cuando nosotros nos retiremos de una comunidad queden los protocolos en funcionamiento”, destacó.
Además, se empeña en remarcar que el objetivo no es romantizar su labor, sino que es “una forma de denuncia y protesta basada en una mirada pedagógica”.
“La idea -remarca- es que la crítica sea constructiva, desde el hacer, el demostrar que se puede desde el tercer sector generar políticas que terminan influyendo o pueden aportar al sistema. De hecho, el objetivo de Camino de Tiza es re-institucionalizar a los chicos en el sistema. No es armar un sistema paralelo, sino encontrar las formas para poder reinsertar en algunos casos, pero también acompañar desde otros aspectos. Somos un sistema bisagra”.
Hay una premisa clara: “El Estado es el único que puede garantizar determinados tipos de acciones sobre la justicia social y pedagógica”. “La crítica que proponemos con nuestra intervención no es solamente pedagógica, es una crítica política y es una crítica social. Es una cuestión vinculada al funcionamiento de la educación en las diferentes realidades en nuestro país”.
La comunidad como andamiaje
Las planificaciones de Caminos de Tiza se adhieren a una lógica funcional operativa estratégico-situacional de necesidades detectadas y a pedido de referentes de las comunidades de intervención. En ese sentido, tiene dos grandes líneas de trabajo:
- Pedagogía de la emergencia: haciendo foco en el trabajo de diseño de contenidos, trata de personas, potabilización del agua, conservación de alimentos, de la refrigeración, prevención de accidentes con animales ponzoñosos;
- Abordaje terapéutico-pedagógico: que se asemeja a una modalidad-domiciliaria hospitalaria-especial.
“En esta segunda línea, nosotros no intervenimos con los chicos de manera directa, sino que lo que hacemos es enseñar a las familias a entender y atender la diversidad de sus hijos. Prevenir una escara, mejorar la salud bucal, desarrollar el lenguaje, comunicación alternativa, cómo estimular lo que es la conciencia fonológica, la higiene postural, cómo limpiar sondas nasogástricas, entre otras cuestiones”, remarcó Pereyra.
En este aspecto, la accesibilidad es clave. Por esa razón utilizan la observación, exploración y experimentación, junto con la curiosidad y la práctica, para crear estrategias y recursos que responden a una lógica DUA (Diseño Universal de Aprendizaje). Así realizan traducciones/interpretaciones a otras lenguas e idiomas, utilizan sistemas de accesibilidad y usabilidad cognoscitiva como pueden ser: Braille, Comunicación Alternativa Aumentativa/PECS/Pictogramas, Lectores de Pantalla, Material tacto-perceptivo 3D interactivo estático y dinámico (diseños centrados en la Persona articulados con DUA). Todo este andamiaje y producción de saberes académico- científicos, siempre es en favor de una Educación No Excluyente.
En este sentido, el profesor destacó que no se trata de una atención específica al niño, sino que buscan, a través de la comunidad, mejorar su calidad de vida. “El poder trabajar con las familias habilita la itinerancia, la posibilidad de atender a chicos de otros parajes, sabiendo que hay una comunidad que contiene, que acompaña y que aprende. No sólo desde un aspecto didáctico, sino también terapéutico”.
Con este andamiaje, se crean comunidades educativas en las que participan las familias, agentes sanitarios, centros integradores comunitarios. “Y cuando no contamos con los espacios que necesitamos, tratamos de crearlos, como lo hicimos generando el primer espacio de primera infancia en una comunidad indígena argentina en Kaa’guy Porá. La idea es generar redes institucionalizadas de derechos. Estoy convencido de que cuantas más opciones hay, la gente tiene más libertades”, afirmó Pereyra.
De este modo, trabajan en una propuesta que permite generar un sistema que enseñe contenidos útiles a los chicos para que cuando reingresen a la escuela tengan trazas educativas fortalecidas.
“Cuando el chico vuelve a una escuela, sabemos que tiene su vacuna, su certificado de discapacidad, eventualmente su DNI, prestaciones clínico-médicas, que se puede gestionar una asignación universal por hijo. No se trata sólo de acreditar saberes”, especificó.
“Con el trabajo de estos años demostramos que en cada comunidad los chicos estaban ahí y que venían de manera periódica a aprender con nosotros. Así generamos una sistematización de registro que me permitió identificarlos y, cuando vamos a hablar con las autoridades educativas locales, poder brindarles toda la información para actuar. De este modo, es mucho más fácil generar políticas públicas. Eso sí, es necesario que los gobiernos entiendan que somos un brazo auxiliar visibilizando otro tipo de realidades, pero que no somos el Estado”, remarcó Pereyra.