Es hora de enfocar la transformación profunda de la educación

0
915

Por Xavier Aragay*

Hace años que empezamos a reaccionar frente a un entorno que se va moviendo cada día más deprisa. Hemos leído libros, asistido a conferencias, realizado innumerables cursos de formación. Hemos dedicado muchas horas en largas reuniones del equipo de dirección o del equipo impulsor de la innovación, lo hemos comentado en muchas reuniones de profesorado. Hemos implementado cantidad de iniciativas de innovación en nuestra escuela o universidad. Incluso, tenemos un responsable de innovación educativa. Hemos invertido en tecnología y también quizás, en mobiliario o en cambiar espacios físicos. Y, sin embargo, tenemos la sensación de no terminar de despegar, de que esto no es lo que deseamos, de que nos falta mucho para llegar a un punto de inflexión y de cambio.

Incluso estamos física y psicológicamente cansados, estresados. Con un punto de saturación. Si esto dura mucho, ¿podremos aguantarlo? Pero sobre todo, ¿es este el camino que nos llevará a donde queremos llegar? ¿Podría ser mucho ajetreo para que nada importante y de fondo cambie?

Nos contaron que vivíamos en un “entorno VUCA” (Volatility, Uncertainty, Complexity and Ambiguity) y que debíamos reaccionar ante él. Pero ¿Y si esto no ha hecho más que empezar? El profesor Yuval Noah Harari, en su último libro, 21 lecciones para el siglo XXI, nos explica que estamos entrando de lleno en un entorno UTRU (Unprecedented Transformation and Radical Uncertainties) que podríamos traducir como que ya nos hemos situado en un mundo que va hacia Transformaciones sin Precedentes y Radicalmente Inciertas (TPRI en español). Tenemos un nuevo entorno, distinto, disruptivo, que nos lleva a un futuro incierto pero muy distinto. Como dice mi amigo y compañero Lluís Tarín: “El futuro no es lo que va a venir, está sucediendo ahora y podemos aprender de él”.

“Estamos ante un nuevo sistema operativo OS. Un nuevo paradigma de la educación”.

Aconsejo leer el libro que cito (especialmente el breve capítulo 19 en el que reflexiona sobre educación), así como las dos anteriores obras del autor (Homo Sapiens y Homo Deus). Sin embargo, no tengo suficiente espacio en este post para explicar las razones y la profundidad del cambio que nos plantea y que, con toda seguridad, vamos a vivir.

Me parecen especialmente relevantes los avances en biotecnología, en infotecnología, en la inteligencia artificial basada en algoritmos que aprenden por sí mismos y que son capaces de analizar cantidades astronómicas de datos en tiempo real, en un mundo globalizado y lleno de oportunidades y desafíos (o peligros, como se quiera ver) con unas fronteras cada vez menos claras entre el mundo físico y el mundo virtual.

“Estos cambios profundos, que en parte ya estamos viendo, se revelarán sobre todo en los próximos cinco o diez años y afectarán de lleno la forma como pensamos, vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Y por supuesto, afectarán de lleno a la educación”.

Si pasamos de ver nuestro mundo con una mirada en modo VUCA a verlo con una mirada en modo UTRU, y si nos convencemos de que la educación va a ser, sin ninguna duda, el sector de nuestra sociedad que más va a cambiar en los próximos años, coincidiremos en que no podremos seguir repitiendo o incrementando lo que hemos hecho hasta ahora en nuestra escuela o universidad para mejorar la educación. Va a ser insostenible y, además probablemente, no nos lleve a donde soñamos llegar. Podemos hacer un símil tecnológico para explicarlo mejor: no estamos frente a un tema de más y mejores aplicaciones (innovaciones pedagógicas), ni siquiera ante la necesidad de nuevas adaptaciones y puestas al día (e-Learning, TIC…). Estamos ante un nuevo sistema operativo OS. Un nuevo paradigma de la educación.

Este mes agosto he sido abuelo por primera vez. Es una muy grata experiencia vital. Dentro de unos años, mi nieta va a ir a la escuela y, si así lo decide, probablemente saldrá de la universidad más allá de 2040 (si es que la universidad continúa existiendo en una forma parecida a la actual) y cumplirá los 30 años cerca de 2050. ¿Cómo será el mundo en el que ella va a vivir y desarrollar su proyecto vital?

“Necesitamos que [los futuros estudiantes] sean personas equilibradas, creativas, con iniciativa, comprometidas, competentes, acostumbradas a enfocar y resolver problemas complejos e interdisciplinares de forma colaborativa”.

Es evidente que nadie lo sabe, pero ya intuimos que la simple transmisión de conocimientos, o incluso la enseñanza experiencial de competencias con una tutoría fundamentalmente grupal, no van a ser suficientes para ayudarla. Vamos a necesitar que ella y sus compañeros de promoción se conozcan profundamente, sepan cómo aprenden y, por tanto, se acostumbren a aprender de forma permanente, sepan e interioricen qué inteligencias tienen y expresan fuertemente, y qué pueden aportar a este mundo.

Necesitamos que sean personas equilibradas, creativas, con iniciativa, comprometidas, competentes, acostumbradas a enfocar y resolver problemas complejos e interdisciplinares de forma colaborativa. Que incorporen y normalicen que el cambio va a ser lo único permanente en su vida, que la reinvención continua va a ser su hábitat. Que se hagan una idea propia de cómo es el mundo y de qué quieren hacer en él. Y que sean libres, por tanto, de conducir su proyecto vital.

Es por esto que debemos cambiar de fase y pasar de la innovación activista y pensada de curso en curso (ojo, que seguramente nos ha venido bien hasta ahora hacerlo de esta manera, y además hemos aprendido mucho) a la transformación profunda de la educación (cambio de paradigma), en un proceso que va a durar algunos años y para el que hay que tener una mirada a medio y largo plazo. Un cambio de fase que debemos empezar cuanto antes. Debemos pararnos, visualizar y establecer un punto de llegada. ¿Dónde queremos que nuestra escuela o facultad esté dentro de cinco años? ¿Con qué cultura interna, con qué organización, con qué roles y espacios? ¿Qué metodologías y mecanismos didácticos disruptivos vamos a poner en marcha? ¿Cómo establecemos un relato del cambio y preparamos una sólida coalición para afrontar este cambio mucho más profundo que lo que hemos hecho hasta ahora? Y, lo más importante y que ocupa el primer lugar, ¿qué tipo de alumnos, de personas, queremos educar y ofrecer, por tanto, a este mundo tan cambiante?

En los últimos meses, muchos centros se han dirigido al equipo de Reimagine Education Lab con la sensación que describía al empezar este post. Andan desorientados, cansados, perdidos en lo inmediato, y nos han pedido ayuda para enfocar esta nueva fase de transformación profunda de la que hablamos.

Y lo estamos haciendo, estamos construyendo juntos, en base a nuestra metodología del proceso de transformación que denominamos RIEDUSIS, caminos distintos y flexibles (según la situación de cada centro o red de centros) para poder empezar otra fase.

Una fase más profunda, más en línea con los ecosistemas educativos que deseamos desarrollar para que los alumnos puedan crecer, madurar y seguir su proyecto vital acorde con los tiempos en que van a vivir. En esto andamos, con fuerza e ilusión. Y no podemos retrasarlo. ¿Cómo lo ves?

Este post fue originalmente publicado en el blog de Xavier Aragay

*Xavier Aragay es experto y Consultor internacional de transformación en las instituciones y liderazgo para el cambio. Está especializado en el cambio de la educación a través del acompañamiento de procesos de innovación disruptiva, mediante una metodología propia, original y contrastada. Actualmente impulsa Reimagine Education Lab, un equipo que tiene por objetivo acompañar, impulsar y llevar a la práctica procesos y experiencias de innovación disruptiva en instituciones educativas mediante modelos de reimaginación de la educación, propios, originales y contrastados.

- Publicidad -

Deja un comentario