3R, una esperanza para nuestra Tierra

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Por el profesor Juan Martín Sitjá y Balbastro,Carrera de Gestión Ambiental, Universidad CAECE.

Gran parte de la materia prima mineral que se necesita para sostener las actividades de nuestras sociedades descansan en depósitos de descarte, basureros, chatarras y otro tipo de sitios de disposición de residuos, completamente desperdiciados y siendo focos de contaminación en muchos de los casos. El reciclaje es, sin duda, una de las grandes aliadas a la hora de poder hacer sostenible el crecimiento sin perjuicio de nuestro Planeta Tierra, del que somos un simple habitante más.

Además del reciclaje propiamente dicho, la reutilización de los objetos, desde la máquina más compleja hasta la bolsa de nylon más cotidiana, contribuye a alargar la vida útil de los materiales y disminuye la necesidad de nuevas extracciones. Por último, la reducción del consumo de materiales de primer uso es otra virtuosa socia del desarrollo responsable, generando demanda en productos que verdaderamente son necesarios y fomentando la recuperación, valoración y reutilización de materiales de descarte (residuos).

La combinación de las R – R – R (tres erres), reducción, reutilización y reciclaje, no tiene por qué ser vista como una amenaza a nuestras economías, sino como una oportunidad. Estos tres conceptos proponen modificar la “cadena productiva lineal” clásica por un círculo productivo donde los desechos sean considerados como nueva materia prima y sirvan para producir el mismo u otros elementos. Acompañando el nuevo paradigma, aparece un nuevo tipo de consumidor más responsable con lo que adquiere y utiliza, interesándose por el origen de los productos y privilegiando prácticas y productos que cuiden y protejan el medio ambiente. El modelo de las empresas también debe acompañar este proceso, asumiendo el rol de actores de una sociedad y no tan solo meras productoras de ganancias e incorporando buenas prácticas e inversiones para contribuir a la protección del ambiente, garantizando así la sostenibilidad de sus propios emprendimientos. El Estado, como gran mediador de nuestra sociedad, tiene el rol fundamental de promover la gestión integral del ambiente, impulsando nuevas políticas, marcos regulatorios que propicien la adaptación a las nuevas realidades de manera innovadora y, a la vez, velar por que los esfuerzos de la progresiva adaptación sean equitativos y no recaigan exclusivamente sobre los consumidores, viéndose más afectados los menos favorecidos que tienen menores posibilidades de elegir a la hora de consumir.

El agua, como parte de los recursos naturales, no es ajena a esta dinámica. A veces, puede parecer más difícil imaginar la finitud de los recursos hídricos a escala planetaria, pues su limitación mayor no está en la cantidad total, puesto que ella es constante en la Tierra, y sólo varía sus proporciones y estados entre los diferentes componentes del planeta (océanos, glaciares, atmósfera o formando parte de los seres vivos, etc.).

En el caso del agua, las grandes limitantes están asociadas a su heterogénea distribución y a la calidad o aptitud para su uso (bebida, riego, industria, etc.). Aún en zonas que tradicionalmente no han tenido problemas ni limitantes de acceso al agua, la sobreexplotación y la ausencia de tratamiento y regulaciones y controles, los cambios en el uso del suelo, entre otras variables quizás menos evidentes y directas, comienza a notarse una degradación en la calidad del recurso. Esto se ve reflejadoen una mayor complejidad en las técnicas de aprovisionamiento y/o tratamiento necesario para el consumo humano y, por ende, trasladando los costos a los usuarios o al Estado. Además, la falta de comprensión y conocimiento de los servicios ecosistémicos que brinda el agua en cada uno de sus ambientes (humedales, ríos, arroyos, humedales, lagunas, lagos, etc.) nos ha llevado a ignorar y no prever las consecuencias que su mal uso o contaminación puede traer sobre otros componentes de la Tierra como el suelo, la atmósfera o la biosfera.

A diferencia de los recursos minerales o hidrocarburíferos, el agua ostenta el reconocimiento internacional de ser un derecho humano básico para la vida. Ello se debe a que sustenta gran parte de las funciones vitales de los seres humanos, impactando en la salud y el desarrollo integral de los individuos. Aún hoy, las “enfermedades hídricas” continúan siendo una de las mayores causas de mortalidad a nivel mundial, sobre todo en países de bajos recursos o aquellas regiones muy afectadas por eventos de contaminación y/o la mala gestión de sus recursos.

La gestión integral de los recursos es compleja, pero asegura no sólo su acceso equitativo atoda la población para su bienestar y desarrollo, sino también la salud de nuestra Tierra y todos los otros habitantes con los que la compartimos.

La sostenibilidad del desarrollo humano, de la que cada vez se habla más, incorpora a la noción de sustentabilidad la variable temporal, asumiendo que no sólo el sistema debe ser sustentable hoy, sino, además, debe ser sostenible en el tiempo sin comprometer el desarrollo de las futuras generaciones.

Un desarrollo sostenible integra la cuestión social, económica y ambiental, sin perjuicio de ninguna de ellas, en favor de todas e integrándonos como humanidad a un ciclo mayor que se llama Tierra y del que todavía nos queda mucho por comprender y conocer.   

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