Violencia machista y estereotipos de género desde el humor

“Los golpes de Clara” trata con humor un tema complicado como lo es la violencia de género. Declarada de interés social y cultural por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la obra puede verse los domingos de marzo en el CELCIT.

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“Los golpes de Clara” es una obra que trata con humor un tema complicado como lo es la violencia de género o, mejor dicho, las microviolencias de todos los días. Su protagonista, Carolina Guevara, fue nominada en los Premios Luisa Vehil (2017) en el rubro mejor actriz. Una propuesta imperdible para repensar los estereotipos de género y de clase.

Clara es una joven mujer que tiene dos hijos pequeños. Separada de una pareja que está muy poco presente en la crianza y recientemente desempleada, es la jefa del hogar. La cantidad de obligaciones que debe atender hace que las horas del día no le alcancen y la plata no le es suficiente para mantener a los chicos. Como si esto fuera poco, es víctima, como tantas mujeres, de situaciones de abuso y de violencia machista. La última fue cuando un ejecutivo la manoseó en el colectivo, ella se defendió y terminó presa después de haber escuchado un montón de insultos y de ser manoseada de nuevo por los policías. Tuvo que venir un grupo de mujeres para lograr sacarla de la comisaría.

La recomendación de una amiga de “redireccionar la violencia” o, mejor dicho, las violencias que ha sufrido hace que Clara termine conformando un grupo de mujeres que tienen el objetivo de salir a pegarle a los varones que las han violentado o, como dice ella “a tanto jodido suelto”. Desde los publicistas que se llenaron los bolsillos con avisos que mostraban a las tareas de limpieza del hogar como algo inherentemente femenino, hasta los guionistas de telenovelas, pasando por todos aquellos que les hicieron la vida más difícil.

De esa manera, la obra rescata y pone en primer plano el potencial que tienen las mujeres cuando se juntan con otras. Esa especie de “cuadrilla femenina” no sólo entrena boxeo como una forma de descargar lo que padecen sino que ponen en juego un conjunto de actividades fundamentales para sobrellevar el día a día. Se apoyan emocionalmente, cuidan a los hijos de otras, llevan a cabo estrategias económicas para poner un plato de comida sobre la mesa. Si la unión hace la fuerza, acá esa unión se convierte en la tan mentada sororidad. El verdadero ring para ellas es el doméstico.

Además de las microviolencias machistas, Clara está atravesada por las violencias de las instituciones, como la desocupación, los tarifazos, la imposibilidad de llevar un plato de comida a los hijos y la de conseguir vacantes en las escuelas de la ciudad. Una de esas violencias (más sutil, más naturalizada) es la que radica en que las mujeres son las únicas encargadas de las tareas de cuidado. A pesar de que su ex pareja es un militante político “progre”, nunca aplicó sus ideas revolucionarias al interior del hogar y, de hecho, está bastante alejado de la crianza de sus hijos. La contradicción está acá presente y esa es una de las riquezas de la obra porque no se queda en un discurso simplista sino que va mucho más allá mostrando que las violencias hacia las mujeres y las situaciones de injusticia no discriminan por clase social.

Con humor, la obra retrata situaciones cotidianas por las que pasan las mujeres a lo largo de su vida adulta. El texto pone en juego y cuestiona los estereotipos de clase y de género con una mirada crítica. La destreza y la plasticidad de la actriz Carolina Guevara llama la atención a lo largo de toda la pieza, su trabajo logra interpelar a los espectadores y provoca la identificación de toda mujer presente en la platea.

La dirección de Leandro Rosati centraliza la puesta en el cuerpo de la actriz, que dialoga con los pocos elementos presentes, una mesa, una silla, un puchimball, un delantal y unos guantes de boxeo. Ella, con su metro y medio y su pequeño vestido, asestará golpes por cada uno de los que recibió en su vida. La violencia aparece entonces como una fuerza, una potencia demoledora que sirve para decir “basta” porque las mujeres ya no se callan más. Toda lucha implica poner el cuerpo y acá está en primer plano. Los cuerpos vulnerados, oprimidos o violentados de muchas se convierten acá, gracias al trabajo de Guevara, en un cuerpo lleno de una fuerza capaz de derribar tantos años de opresión machista. Sin embargo, en algún momento Clara se dará cuenta que no alcanzará responder a la violencia con más violencia y convertirá esa fuerza que le viene de las entrañas en un hecho creativo.

Domingos de marzo a las 20 en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Investigación Teatral), Moreno 431, Ciudad de Buenos Aires.

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