Hinde Pomeraniec es Licenciada en Letras (UBA), periodista, escritora y actual editora de cultura de Infobae. Entre sus trabajos más relevantes se encuentran haber sido directora editorial del Grupo Norma, editora de cultura y analista de política internacional en Clarín, columnista en La Nación y conductora del noticiero televisivo “Visión 7 internacional”. Luego de haber escrito varios libros de no ficción, “Katrina, el imperio al desnudo” (2007), “Rusos. Postales de la era Putin” (2009), “Blackie, la dama que hacía hablar al país” (2010), “Dónde queda el primer mundo” (2016), ahora incursionó en el terreno de la narrativa infantil con la novela «Lu, Lucy, Lucía», recomendada para chicos y chicas a partir de 7 años.
En diálogo con Sobre Tiza, la autora de cuenta que tenía la intención de escribir un libro sobre los hermanos de los chicos con discapacidad a partir de ciertas cosas que ella venía observando, a lo largo de los años, en familias de personas queridas y cercanas. “En realidad, en lo que siempre quise hacer foco, es en el modo en que los padres, en la urgencia de ocuparse del que más necesita, muchas veces creen que los otros hijos se las pueden arreglar mejor o solos. Hasta qué punto la necesidad de acompañar al más necesitado te deja como sin poner el foco en los otros que también te necesitan.” Y agrega que si bien el origen fue ese “también tenía la idea de que incluso los chicos que tienen una discapacidad pueden llegar a ser héroes en determinado momento. Había un conflicto pero había además una especie de resolución, donde Tincho, con las capacidades que tiene, podía ser también el héroe que salvaba a su hermana, pese a que en la vida cotidiana es el que está más aislado.”
En la novela no se menciona el diagnóstico del personaje de Tincho. Al respecto, Hinde cuenta que fue una decisión deliberada con el objetivo de no centrarse en un determinado tipo de discapacidad porque “la cuestión de los celos entre hermanos o la necesidad de tener a los padres más pendientes de uno es algo que va más allá de tener un hermano o hermana con discapacidad.” Y subraya la intención de abrir el abanico de posibilidades: “al no poner cuál es el diagnóstico (si bien a través de algunos de los ejemplos que se dan de lo que le pasa a Tincho uno podría advertir de qué se trata) se amplifica la posibilidad de entrar en más corazones o entrar en más identificaciones.”
Respecto a las especificidades de la narrativa para chicos, la periodista remarca la importancia de pensar en el lector al que está dirigida: “Vos no podés escribir literatura para chicos sin pensar que los chicos te puedan entender, tiene que haber una idea deliberada de a quién te estás dirigiendo. Yo soy periodista, para mí es imposible no pensar que del otro lado hay un lector. Para algunos puede llegar a ser un límite, para mí es algo que no me puedo sortear. Y en el caso de la literatura infantil es imposible que no exista saber que hay un lector.”
Ahora bien, ¿Qué puede aportar la literatura infantil en el tratamiento de cuestiones complejas como la discapacidad? “Pensé en la posibilidad de mostrar que puede haber una discapacidad pero que, al mismo tiempo, si se toma consciencia de la necesidad de prestar atención a todos los hijos y todos los miembros de la familia, se puede seguir adelante. No me parece que haya familias modelo ni ejemplares. Creo que en todas hay algunas cuestiones que complican la vida cotidiana, en algunos casos son más evidentes y en otros menos. Lo que yo pensé era cómo poder llegar a los chicos pero también a los grandes con este tema de prestarle atención a todos los chicos, no sólo a aquellos que evidentemente están necesitando que se les preste atención. En ese sentido, creo que el libro pegó justo.”
Leé la reseña de «Lu, Lucy, Lucía» en Sobre Tiza.
La autora visita escuelas donde lleva a cabo una lectura del libro y una posterior charla con los estudiantes. Sobre esta experiencia, cuenta que es extraordinaria porque aparece no solo una lectura muy atenta sino también muchas ideas que no se habían contemplado en términos de actividades y de prácticas. “En algunas escuelas, incluso me encontré con actos a los que asistieron padres, madres y abuelas o miembros de la familia. Los habían hecho trabajar a todos.” Y, más allá del tema o nudo central de la historia, Hinde explica que aparecieron muchos otros elementos para trabajar, como el tema de las vacaciones, los permisos de los más chicos para hacer determinadas actividades o la colaboración en casa. “Uno de los chicos me preguntó por qué Lucy trabaja en casa. Evidentemente vive en una casa donde no se le exige colaboración. Muchos preguntaron si va a haber segunda parte, otros preguntan por qué fue en una playa y no fue en la nieve. El intercambio es riquísimo.”
En un contexto donde los chicos pasan gran parte de su tiempo entre dispositivos digitales, los personajes de la novela se divierten con otro tipo de juegos. Al respecto, Hinde menciona: “El tema de las rimas, los juegos, es algo que los engancha muchísimo. Y una de las premisas era ver cómo se podía recuperar el juego por fuera de las pantallas. No aparecen pantallas como métodos de entretenimiento. Se rescatan las rimas y el “veo-veo” como formas de diversión y eso es algo que también aparece en las escuelas por la edad de los chicos.” Evidentemente, es en la interacción con los lectores que una obra termina de completarse y es mérito de la autora que ese público se sienta identificado.