Por la Lic. Alejandra Perinetti, Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina.
El 2 de octubre es el Día Internacional de la No Violencia, que surge a partir de una resolución de Naciones Unidas con el fin de concientizar a la sociedad respecto a la importancia de asegurar una cultura de paz, tolerancia, entendimiento y no violencia.
La violencia se pone de manifiesto en la interacción entre personas donde existe una relación de poder entre unos y otros. Poder que puede ser real o simbólico pero que establece, en definitiva, una relación entre dominantes y dominados, entre fuertes y débiles. Este binomio está presente en distintos y múltiples contextos en que la violencia es recurrente: en el ámbito laboral, en el ámbito escolar, en el ámbito familiar solo por mencionar algunos de ellos.
Las modalidades vinculares violentas adquieren diferentes características, violencia física, violencia emocional, abuso sexual, negligencia, violencia de género, entre otras. Estas denominaciones no son más que los diferentes rostros que asume un particular modo de vincularse donde hay “alguien” que se cree con el poder de decidir y actuar sometiendo la voluntad, el cuerpo, los deseos e intereses de otro/a.
En el caso de los niños y niñas, las estadísticas refieren que en Argentina el 60% de ellos son víctima de violencia. En líneas generales estas estadísticas dan cuenta de situaciones de violencia directa y no contemplan aquellos hechos de violencia donde los niños y niñas son testigos vulnerables ante la observación de un particular modo abusivo de relacionarse entre los adultos, en general los más importantes de su vida, que termina siendo naturalizado por convertirse en lo recurrente, lo cotidiano.
Abordar la problemática de los niños y niñas testigos de violencia nos remite directamente a la violencia de género. En las últimas semanas, este particular modo de violencia se ha cobrado nuevas vidas. En tan solo un fin de semana 4 mujeres, no importa la edad, no importa la condición social, no importa si eran madres o no, fueron asesinadas brutalmente abultando una cifra que alcanza a más de 220 víctimas mujeres en lo que va del año según el Observatorio de Violencia de Género “Ahora Que Nos Ven”.
Por su parte, la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, publicó un estudio donde expresa que durante el 2018, 202 niñas, niños y adolescentes, se vieron afectados de manera directa ya que estaban al cuidado de las mujeres asesinadas. Por su parte, el Observatorio revela que en lo que va del año ya son 148 los niños, niñas y adolescente víctimas directas de esta tragedia.
La violencia hacia las mujeres forma parte del entramado de una construcción histórica social y cultural reforzado a través de imágenes, de patrones de conducta toleradas, reproducidas naturalmente, sustentadas en explicaciones que justifican esa particular relación de poder y sometimiento que busca convertir en legítimo aquello ilegal. Hoy esa violencia tiene nombre y se habla de femicidio en las calles, las escuelas, las familias y los medios de comunicación. Esa violencia hoy exige respuestas, a la sociedad y al Estado.
No alcanza con la sanción de leyes o la tipificación penal, es necesario romper con ese patrón reproducido culturalmente y para ello el Estado debe poner en funcionamiento recursos e instituciones capaces de prevenir, contener, resguardar y acompañar a las víctimas de la violencia de género, para llegar a tiempo.
Que este 2 de octubre sea un día para concientizar y para desnaturalizar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Solo así seremos capaces de vivir en una sociedad en condiciones de asegurar una cultura de paz, tolerancia, entendimiento y no violencia.