«Happyland», una Isabelita en su propio laberinto

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Foto: Carlos Furman
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Si hay un personaje de la historia argentina sobre el que se levanta un halo de misterio, ese es el de María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabelita. La primera mujer en ocupar la presidencia del país, lugar que parece no haber buscado y para el cual carecía de la preparación y de la formación necesaria. Esposa del político con más trascendencia para la historia argentina. Partícipe de las actividades políticas de un peronismo que había empezado a virar peligrosamente hacia la derecha. Al frente de un gobierno cuyas medidas prepararon el caldo de cultivo para la más feroz y violenta dictadura militar.

Con todo esto a cuestas, la decisión de llevar la vida de Isabelita a las tablas constituye una apuesta tan fascinante como riesgosa. “Happyland”, recientemente estrenada en el Teatro San Martín, retoma la figura de la viuda de Perón desde un lugar satírico donde la ficcionalización propia del dispositivo teatral pone al descubierto lo absurdo y lo terrible del desarrollo de los acontecimientos históricos. Se trata de la última creación de la dupla del dramaturgo Gonzalo Demaría y del director Alfredo Arias, quienes ya habían trabajado juntos en otra obra que también abordaba el universo del peronismo. Mientras muchas películas y obras de teatro han reflexionado sobre la figura de Eva Perón, ahora le llegó el turno a la de Isabelita. Al respecto, sostiene Arias en el programa de mano: “Gonzalo Demaría despierta un aquelarre de imágenes esperpénticas dignas de nuestra gótica y magnética historia política.”

La obra tiende un puente entre dos momentos en la vida de esta misteriosa mujer. Por un lado, sus años de juventud como bailarina en Happyland, un cabaret panameño, lugar donde conoció al General Perón. Por otro, su secuestro por parte de la última dictadura militar por el cual es confinada a vivir en el Messidor, un pequeño castillo estilo francés construido por Alejandro Bustillo a metros del lago Nahuel Huapí. Allí pasará los días más duros bajo la atenta y controladora mirada de la gobernanta de la casa y con la única compañía de su mucama y sus caniches. Happyland fue ese escenario donde, de alguna manera, se empezó a gestar lo que pasaría décadas después y, paradójicamente, su resultado estuvo muy lejos de ser una tierra feliz.

La estructura de la obra va y viene entre esos dos períodos. Alejandra Radano es la encargada de interpretar a la Isabel grande y la construye desde un lugar que mezcla lo inocente y lo siniestro. Mientras la joven Isabel está a cargo de Josefina Scaglione, quien despliega un abanico de recursos vocales y expresivos. María Merlino es Charito, la fiel mucama andaluza, el personaje más entrañable. Por su parte, Marcos Montes es la estricta Lucrecia, el ama de llaves, tan seria como desopilante.

El texto de la obra es descarnado y terrible. Sin ambigüedades ni medias tintas, plantea una Isabel muy consciente del violento escenario que se estaba viviendo en los años de plomo. No faltarán las reiteradas referencias a la figura de López Rega ni a los militares. En algún momento, la obra la enfrenta con su contraparte, Eva Perón, invocada por error a través de una sesión de espiritismo. Para finalizar, Isabel acabará por convertirse en el general, su difunto marido. Tanto el texto como la puesta plantea una interesante yuxtaposición de personajes donde los límites entre ellos parecen difuminarse. En tanto, el recurso a la sátira le da al espectador el aire necesario para enfrentarse a una historia tan oscura como propia de nuestra argentinidad.

¿Quién era Isabelita? ¿La bailarina, la presidente, la espía, la espiritista? Quizá fue todas esas al mismo tiempo o tal vez eso sólo sea la punta del iceberg de un personaje mucho más complejo. Y ahí recae precisamente uno de los elementos positivos de la obra porque no pretende dar respuestas ni explicaciones (lo cual la haría caer en un discurso pedagógico) sino que deja preguntas en el aire al mismo tiempo que plantea una mirada crítica e irónica. Mientras en el plano de la realidad Isabelita fue una bailarina que llegó a ser presidenta de un país, en la ficción danza entre sus propios fantasmas.

De miércoles a domingo a las 20.30. Entradas en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires.

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