¿Por qué es importante innovar en la educación agraria?

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Nota de opinión – Por Lic. Victoria Zorraquín, Directora de Innovación Tecnológica para Pequeños Productores.

La Argentina continúa enfrentando grandes desafíos para hacer que su matriz productiva habilite caminos para garantizar la igualdad de oportunidades en cada uno de los rincones de su territorio. El campo fue, es y seguirá siendo estratégico para el desarrollo económico y social por su impacto en la producción, el agregado de valor, las exportaciones y la generación de puestos de trabajo, con su consiguiente impacto positivo en el desarrollo de nuestras comunidades.
Los números son claros, según datos del propio Ministerio de Agroindustria, el campo representa el 9,5% del PBI Nacional; 1 de cada 9 pesos de la recaudación tributaria nacional de AFIP (10,7% del total recaudado); 6 de cada 10 dólares que se exportan vienen del sector agroindustrial (63% del total de exportaciones); los fletes de granos y carnes aportaron USD 3730 millones; y con relación a la maquinaria agrícola las ventas oscilan los USD 1883 millones. Además, las cadenas agroalimentarias generan 2,6 millones de puestos directos e indirectos; solo en 2017 se considera que el campo creó 94.130 nuevos puestos de trabajo.
Este aporte, no obstante, se ve opacado con uno de los grandes déficits que todavía tenemos en materia educativa: garantizar el acceso al aprendizaje aún en aquellos parajes alejados, aislados de los servicios que pueden proveer las ciudades. Muchos de nuestros niños y jóvenes migran hacia las localidades más grandes en busca de una oferta educativa que los motive a encontrarse a sí mismos, a construir su futuro. Muchos de ellos consiguen alcanzar sus metas de estudio, pero no regresan a sus comunidades a pensar en cómo cambiar las cosas.
En este sentido es que veo fundamental fomentar la educación agropecuaria y rural para construir un país capaz de construir oportunidades y, como si eso fuese poco, colaborar con la producción de conocimiento que aporte a la seguridad alimentaria, la reducción de la pobreza, y la conservación y mejora de los recursos naturales.
En este siglo, en el que los cambios tecnológicos desafían cada una de nuestras certezas respecto al papel de la educación, debemos detenernos a reflexionar sobre la necesidad de un adecuado proceso formativo de las nuevas generaciones con el objetivo de garantizar la identidad, los valores del conocimiento de la actividad agrícola en el desarrollo humano integral, en la prosperidad social y el crecimiento productivo-económico del país. Un punto de partida está en las aulas de las escuelas rurales y urbanas de pequeñas comunidades rurales, el espacio donde los jóvenes construyen colectivamente su conocimiento sobre su entorno, sobre el mundo en el que viven, y donde desarrollan las herramientas necesarias para llevar adelante una gestión sustentable de los recursos naturales. ¿Cómo mejorar el proceso formativo de las generaciones presentes y futuras? ¿Qué hacer en el proceso educativo agroindustrial para contribuir a desarrollar los conocimientos, habilidades, valores y actitudes en los estudiantes?
El sector educativo rural ha iniciado una serie de cambios organizacionales y estructurales con el objetivo de mantener y mejorar la escolaridad en el medio rural, fortalecer y mejorar las capacidades y posibilidades de respuesta para atender las necesidades, problemas y oportunidades que plantea la población de niños y niñas que deben ser atendidos. Los desafíos planteados se pueden resumir en:
✓Manejo integrado de los recursos naturales, condición esencial para el desarrollo sostenible del sector.
✓Mejorar las condiciones de comunicación y acceso de los jóvenes y de los Educadores a las escuelas agrarias y rurales, clave para disminuir la deserción escolar rural.
✓Desarrollar y fortalecer el capital humano en las zonas rurales, para que fomente la visión y las capacidades necesarias para encontrar en distintos ámbitos de la proyección de su vida laboral y familiar.
✓Capacitar a los jóvenes en actividades sostenibles en lo económico, social, cultural y ambiental.
Es el momento de revalidar el rol de la escuela agraria como semillero de nuevas generaciones comprometidas con los desafíos globales, pero con el potencial de actuar también localmente. Hay que acompañar a los jóvenes que tienen que seguir con ese plan productivo que ha caracterizado a este país, guiarlos para que desarrollen las herramientas necesarias para que puedan estar a la altura de la Argentina que queremos, un país líder en producción de alimentos en su región y ejemplo en metodologías de producción innovadoras para el mundo.
El campo no es sólo historia y tradición, sino que se ha convertido en el escenario de transformaciones, de innovaciones que permiten no sólo mejorar procesos sino también brindar nuevas oportunidades. Acercar estas innovaciones a la comunidad, crear espacios de encuentro entre alumnos y productores, son sólo algunos de los primeros pasos para pensar en que otra educación es posible en la ruralidad. Una educación donde cada alumno tenga la posibilidad de elegir, que elija construir junto a su comunidad los nuevos caminos que les permitan alcanzar sus sueños, y de ese modo contribuya al crecimiento de la Argentina.

Sobre Victoria Zorraquín
Licenciada, profesora y especialista en Educación. Fundadora de la ONG Educere: “Docentes por un Mañana”. Hace más de veinte años que Victoria se dedica a hablar acerca de la necesidad de recuperar el prestigio docente. Ha recorrido escuelas de todo tipo y condición en la Argentina y en el mundo. Actualmente, está al frente de la Dirección de Escuelas Secundarias, Agrarias y Rurales, que depende del Ministerio de Agroindustria de la Nación.
Acaba de lanzar “Esperanza en la Escuela», su primer libro, donde cuenta la historia de Silvina, Mona, Yago y su equipo de educadores, desde el punto de vista de una alumna y el de una madre que también es educadora. Silvina es una maestra como tantos cientos de maestras. Mona es directiva. La voz de Esperanza, la alumna, expresa lo que no queremos volver a ver en las aulas, y también lo que soñamos y esperamos que sea posible. Este libro muestra una institución que necesita de riquísimos vínculos humanos. Una escuela con adultos trabajando en equipo, confiando entre ellos, creyendo en lo que hacen, convencidos

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