Alan siente que es de otro planeta, que no encaja en este mundo, que su cuerpo no le pertenece ni lo identifica. Por eso cuenta los segundos que le quedan para dejar de vivir en ese cuerpo que no reconoce como propio. Su cuerpo convertido en su propio enemigo
Millones de segundos pone en escena la vida de Alan, una adolescente con síndrome de Asperger cuya identidad de género es masculina. Pero su contexto es absolutamente hostil. Desde el bulling que sufre en el colegio hasta la incomprensión de su madre, a quien dicha situación la desborda, pasando por un padre ausente y un sistema médico que no lo escucha.
Alan es varón, así se siente y así desea que lo reconozcan y lo nombren. Pero nadie lo ve, nadie lo escucha. O, en todo caso, si lo hacen, es para lastimarlo, humillarlo, burlarse y maltratarlo. Pero a pesar del sufrimiento, Alan quiere vivir y desea ser feliz. Sabe que la reasignación de sexo le cambiará la vida al permitirle encontrarse con un cuerpo que renococerá como propio, que ya no le causará asco. Sin embargo, el sistema médico hegemónico tampoco lo escuchará. Interpretará que una persona con Asperger no es capaz de decidir sobre su identidad de género.
La puesta de la obra es sencilla y despojada porque toda la fuerza se centra en la actuación. Al comienzo, el espectador se encuentra con un cuerpo desnudo despojado de todo erotismo y cuya mirada interpela e inquieta. Mientras tanto, una tablet ubicada en el centro mostrará imágenes de un pasado feliz donde un niño pequeño juega a la orilla del mar. A partir de acá, la obra pondrá en escena diferentes situaciones de la vida de Alan: la relación con su madre, quien no puede comprender lo que sucede porque ella “parió a una hija”, el maltrato del cual es víctima en una escuela que tampoco lo escucha y lo obliga a usar el baño de niñas, la omnipotencia y la desaprensión de un sistema médico que sólo puede encuadrarlo dentro de los parámetros de una enfermedad y patologiza su identidad de género, el vínculo con las redes sociales como el único lugar donde Alan se siente escuchado y sabe que no es el único en el mundo, que hay otros que atraviesan lo mismo que él.
La actuación de Raquel Ameri, quien encarna a Alan, merece un párrafo aparte. Con una entrega absoluta, le da vida a este adolescente atravesado por el dolor, la desesperación, la humillación y la rabia. Su entrega es no sólo emocional sino también corporal. Su cuerpo está puesto al servicio de una dramaturgia que no da respiro. Alejándose del suyo, logra construir una corporalidad ambigua, atravesada por las contradicciones del personaje, un cuerpo que no desea, que le molesta y le duele. El texto se encarna en sus gestos, sus movimientos, su voz y su mirada de tal manera que cada palabra moviliza e interpela. El elenco lo completan María Rosa Frega y Víctor Labra, cuyas correctas actuaciones son las que sirven de apoyo al gran trabajo de Ameri.
Por otro lado, la sencilla escenografía, constituida por cubos luminosos que se van moviendo a medida que avanza el relato, funciona como metáfora del mundo adolescente: puede ser un cubo mágico, un juego de playstation o una disco donde Alan puede bailar. Al mismo tiempo, lo minimalista de la puesta contribuye a centrar la atención en el trabajo actoral que no alcanzaría la excelencia que logra sin una muy buena dirección de actores a cargo de Diego Casado Rubio.
Millones de segundos coloca en escena muchos temas. En primer lugar, la construcción de la identidad en un mundo que no acepta lo diverso y que obliga a adaptarse a determinadas configuraciones de género, donde todo lo que no encaja en el binarismo femenino- masculino es considerado como desviación a la norma heteronormativa. En segundo lugar, la institución educativa como un espacio que reproduce los estereotipos de género, las jerarquías y la desigualdad, anclada en un discurso que pretende ser igualitario pero que, en el fondo, no puede escuchar ni ver lo diverso y que necesita encasillar y cosificar. En tercer lugar, el sistema médico hegemónico como un campo en el que las identidades de género que no encajan en determinados parámetros son patologizadas y donde los trastornos como el Asperger son configurados como enfermedades que impiden a los sujetos el libre ejercicio sobre sus cuerpos y deseos. Por último, la incomprensión de una sociedad que oscila entre la indiferencia y el maltrato a todo aquello que percibe como distinto, con actitudes y formas de pensar que discriminan, humillan y segregan a muchxs.
Millones de segundos tiene una proza descarnada donde los temas adquieren visibilidad sin eufemismos y sin condescendencias. Es una obra que se hace cargo de lo que habla aunque moleste o inquiete al espectador. Actual y necesaria, es una obra que merece ser vista.
Ficha técnica
Autoría :Diego Casado Rubio
Actúan: Raquel Ameri, María Rosa Frega, Víctor Labra
Vestuario: Vessna Bebek
Iluminación: Verónica Alcoba
Operación de luces: Cristian Domini
Fotografía: Juan Borraspardo
Asistencia de dirección: Juan Borraspardo
Distribución: Sebastián Ezcurra
Producción ejecutiva: Felicitas Oliden
Producción general: Juan Borraspardo
Dirección: Diego Casado Rubio
El Extranjero, Valentín Gómez 3378, CABA
Domingos, 18.30 hs
Reservas por Alternativa Teatral