El desafío de educar en cercanía a la distancia

Son tiempos que exigen nuevos aprendizajes para todos, para los chicos con sus familias y también para las escuelas y los docentes.

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Esta coyuntura nos invita  a tomar conciencia de la necesidad de cambio hacia una mayor madurez personal, comunitaria y global para asumir responsablemente nuestro futuro mejor. Desde una mirada auténticamente integral y trascendente, hoy la educación puede iluminar  razones y esperanzas para estudiar, trabajar, amar. Sabemos que no estamos solos. En este tiempo de aprendizaje cuaresmal  hacia la Pascua, sabemos que Cristo – Maestro y Señor de la historia- venció al mal, al pecado, al dolor y a la muerte.

Como educadores estamos comprometidos a redoblar la creatividad, el esfuerzo y el trabajo colaborativo. Desde esta vocación y profesión docente queremos participar de los empeños pastorales, educativos y asistenciales tan variados en los que la Iglesia en Buenos Aires está particularmente presente.  Animando la fe, la esperanza y la caridad, en esta situación tan dura, más aún para los más vulnerables.

Agradecemos mucho a las familias por su compromiso compartido, tanto de tiempos como de recursos.  Por su participación más activa desde sus casas en el aprendizaje escolar de sus hijos. Y por su esfuerzo económico que desde ya resultará imprescindible para la continuidad de la propuesta pedagógica y la sustentabilidad de nuestras escuelas. Nosotros, desde las escuelas, estamos también haciendo todos los esfuerzos posibles para alivianar las cargas de todos.

Este tiempo difícil, en el plano sanitario y  socioeconómico,  es también una oportunidad para fortalecer la alianza familia-escuela y acompañar a nuestros equipos directivos, docentes y colaboradores,  que siguen trabajando – hora a hora – como hoy tantos médicos y servidores públicos. Queremos estar más cerca de ellos, como comunidad cristiana  atenta a situaciones de necesidad.

La modalidad a distancia y los recursos virtuales son medios magníficos que implican un aprendizaje en sí mismo. Para lo cual debemos procurar una ejercitación equilibrada,  cuidado de horarios, mantenimiento de rutinas, respeto de los ritmos y maduración de hábitos. A la vez, nos desafían hacia una comunicación más humana y de más calidad.  Ello quiere decir: favorecer  la ponderación en la  información ante la incertidumbre del rumor, la cordialidad fraterna ante la vulgaridad agresiva; así como también preservar tiempos en casa para el diálogo personal y familiar, la recreación, el descanso, el silencio, la reflexión y la oración.

La educación es un bien insustituible que requiere las máximas energías de ciudadanos y de gobernantes.

Desde la Vicaría de Educación, en estos días nos hallamos en gestiones ante las máximas autoridades oficiales para que consideren medidas que permitan sostener la actividad educativa para atravesar este lapso. Es necesario que, cuando volvamos a abrir las escuelas, contemos con que todas puedan hacerlo sin mayores inconvenientes. Los mantendremos al tanto de toda novedad  al respecto que se reciba de las autoridades de la Nación y de la Ciudad. A la vez, estamos a disposición de las comunidades para ser canal de transmisión hacia los organismos oficiales, en caso de que se les presenten situaciones difíciles o necesitadas de resolución. Más aún en este tiempo: ¡Cada día la Escuela sigue diciendo, PRESENTE!

Por Pbro. Pablo Corbillon, Delegado Episcopal de la Vicaria Pastoral de Educación

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