- Publicidad -

Alicia está confundida, se hace muchas preguntas para las cuales no tiene respuestas y de pronto llega a un lugar desconocido donde todo parece ser tal como es. Pero de algo está segura: las cosas y las personas pueden cambiar y en eso está la clave de la libertad.

Adaptación del clásico de Lewis Carroll, Alicia confusión propone una relectura actualizada a estos tiempos de cambios donde son varios los temas que están cuestionándose. En ese sentido, la oruga que se siente mariposa es un gran ejemplo para poner en escena el tema de las identidades de género.

En este país de las maravillas, todo está determinado, establecido y definitivamente instituido. Las personas solo hacen aquello que se supone que deben hacer. Su horizonte de posibilidades está limitado por ser quienes son, sin cuestionamientos respecto a la identidad o al hacer. Eso implicaría el caos, algo a lo que la Reina de Corazones teme con todas sus fuerzas. En esa tierra donde todo es tal como es, no hay espacio para la reflexión sobre el sí mismo. Por el contrario, el orden se impone y confisca a cada uno a lugares fijos, estancos.

Esta aparente tranquilidad será puesta en jaque por la llegada de Alicia, quien todo el tiempo hace y (se hace) preguntas que incomodan e interpelan, como la que plantea: ¿Uno hace lo que es o es lo que hace? Cuestionamiento que atraviesa a toda la obra y también a los espectadores, fundamentalmente a los adultos.

Con una escenografía minimalista pero multifuncional, los personajes dialogan con el espacio y entablan rápidamente la complicidad con el público infantil. Los niños y las niñas responden y disfrutan de cada momento de la función. La acción avanza con el ritmo adecuado y las actuaciones resultan cercanas, lejos de las grandilocuencias de otras estéticas de obras infantiles. Y eso vuelve a la historia y a los personajes mucho más próximos, de manera que hacia el final la propia Reina reflexiona, se cuestiona y acepta cambios en su reinado. Lejos de la solución punitivista o del castigo ejemplar al “malo” a los que nos tiene acostumbrados las narrativas comerciales del cine infantil, la obra da una vuelta sobre sí misma y le da espacio al personaje antagonista para enfrentarse a sus propios miedos.

Alicia confusión es una obra de teatro para chicos, pero los adultos son los que salen de la función atravesados por una variedad de preguntas. ¿Somos lo que hacemos o hacemos lo que somos? Quizás la respuesta no sea tan maniquea. ¿Podemos llegar a ser lo que hacemos y eso nos define en ciertos ámbitos o aspectos? O ¿Hacemos lo que somos y esa actividad nos constituye? En definitiva, cuestiones para las cuales no hay respuestas cerradas sino que funcionan como disparadores de otras. Lo cierto es que después de ver Alicia confusión algo cambia, algo se queda en nosotros y nos interpela. Y eso hace el buen teatro.

Sábado y domingo a las 15 en Ítaca Complejo Teatral

- Publicidad -

Deja un comentario