“Estamos ante una oportunidad para hacer extraordinario lo cotidiano”

Horacio Ademar Ferreyra, integrante del consejo asesor de Sobre Tiza, aportó su mirada sobre las condiciones en las que se realizará el inicio del ciclo lectivo 2021.

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En este contexto de crecimiento de la curva de los casos de Covid-19 y luego de un 2020 en el que la interrupción de actividades presenciales en las escuelas ha tenido consecuencias negativas en las trayectorias educativas de los estudiantes, ¿cuáles son los escenarios posibles o esquemas de presencialidad que marcarán el inicio del ciclo lectivo 2021?
La escuela que se avizora para este año es una escuela que se anima a hacer extraordinario lo cotidiano. Una escuela posible que integra, desde una perspectiva holística y renovada, las prácticas del 2019 y 2020, marcadas por la modalidad presencial y remota, respectivamente. Una escuela diferente, comprensiva. No solo inteligente, sino también sensible y emprendedora, con capacidad de evolucionar, de mejorar en el día a día del proyecto, partiendo de la construcción de entornos integrales de aprendizaje.

Este año nos esperan unas definiciones marcadas fuertemente por el contexto. Por esa razón, es necesario ir pensando en diferentes escenarios, que permitirán una vuelta gradual y progresiva a la presencialidad. El 2021 nos coloca en el escenario de poder combinar los modelos presencial y remoto recuperando, particularmente, aquellos aprendizajes que hemos obtenido los docentes, directivos, supervisores, técnicos, y también los funcionarios en relación con la tarea educativa.

Creo que estamos ante una oportunidad para hacer extraordinario lo cotidiano. Es decir, poder ver cómo todos (docentes, directivos, familias, funcionarios) ponemos en juego nuestra creatividad, para brindar la mejor educación a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y también a nuestros adultos. Porque la educación es un pilar fundamental para un desarrollo humano sostenible.

La tarea requiere una planificación cuidadosa y compartida a fin de generar distintas propuestas que nos permitan dividir las aulas en grupos según las posibilidades y condiciones que se establezcan en materia de salud y sanidad. Esto nos lleva hacia un modelo de alternancia: habrá semanas de trabajo en la escuela y otras de trabajo remoto –virtual y/o no virtual– en las casas. Esto nos invita a pensar en modelos de 3 o 4 horas de clase presencial, por grupos, en cada una de las salas, grados o cursos.

El modelo va a ir alternando en función de las condiciones epidemiológicas de cada territorio. Es por ello que en cada contexto cada escuela va a poder construir e inscribir una propuesta educativa distinta y particular. Podremos tener cinco días de clases presenciales, cuatro, tres, dos o uno, pero dependerá de las condiciones sanitarias de cada lugar.

Es fundamental que estos modelos se construyan de manera participativa; por eso, es importante que se involucre toda la comunidad educativa.

Por otra parte, no hay que olvidar que muchas de las escuelas brindan los servicios de alimentación a los estudiantes, y que en la entrega de esas cajas de alimentos también hay un vínculo que se va construyendo con las familias, una oportunidad que hay que aprovechar. Esto también tiene que continuar bajo la modalidad que se dispongan en virtud de las condiciones sanitarias imperantes.

Respecto del rol de las familias, remarco el reconocimiento que éstas le han brindado a la docencia para poder potenciar las propuestas de las instituciones educativas como tales.
Si tuviera que enunciar premisas fundamentales para el trabajo en este tiempo recuperaría cuatro:

1- Habilitar la libre expresión de ideas y de sentimientos de toda la comunidad educativa.
2- Potenciar, bajo distintas modalidades y formas, la comunicación e interacción, siempre respetando las pautas de cuidado que tengamos que cumplir. Esto es fundamental para promover un aprendizaje dialógico.
3- Promover la investigación, favorecer el descubrimiento, la exploración, la indagación y la creación mediante el aprender haciendo.
4- Propiciar la transferencia, para que nuestros estudiantes sepan y valoren que lo que aprenden puede ser usado para vivir cada vez mejor.

Cada institución educativa ha desarrollado un plan de continuidad pedagógica o como se lo denomine (2020) en el marco de su proyecto educativo institucional. Hoy deberán retomarlo y darle sentido bajo el formato que se establezca para 2021, dándose tiempo para organizar los espacios y tiempos correspondientes para la tarea educativa. Es sumamente importante que las instituciones tomen como base lo construido y aprendido, así como todas las capacidades y condiciones con las que cuentan, para potenciarlas al máximo. Aquí es clave comprender que no es la institución educativa del 2019, ni la del 2020, sino que es otra, donde hay cuestiones que van a continuar; otras que no lo harán y otras que se van a incorporar haciendo extraordinario lo cotidiano en cada contexto.

Cada institución deberá hacer uso de su autonomía pedagógica. Lo que no podrá hacer es definir cuáles son las condiciones sanitarias que van a prescribir qué podemos o no hacer desde una perspectiva de cuidado. Es por eso que desde las escuelas hay que pensar en los cuidados de la salud, de lo pedagógico, de lo emocional y de lo social, entre otros.

Es fundamental que empecemos a pensar en entornos integrados de aprendizaje porque lo que vamos a hacer es ampliar, diversificar y enriquecer las propuestas educativas, con o sin tecnologías, para que nuestros estudiantes puedan seguir aprendiendo en la escuela y en la casa.

Hay que cuidar en estas primeras semanas cada uno de los aspectos de nuestras propuestas para que podamos ajustarlas en función de los resultados que vayamos obteniendo. Según el tamaño de las escuelas, se pueden organizar los ingresos de manera escalonada, para que todos se vayan acomodando a esta nueva modalidad que vincula lo educativo y la salud de manera integral.

Por otra parte, para definir los agrupamientos también tendremos que pensar en distintos criterios: estudiantes conectados, medianamente conectados, desconectados, ingresando en el sistema educativo, entre otras variables. Es importante que apuntemos a agrupamientos heterogéneos para que no nos atrape la homogeneidad, porque sabemos que el aprender requiere de ciertas zonas de desarrollo, así como también de los ajustes que los docentes puedan hacer para que todos aprendan. Además, porque la heterogeneidad favorece intercambios e interacciones que enriquecen y dinamizan los procesos de aprendizaje.

Tenemos que ofrecerles a los estudiantes oportunidades para indagar, descubrir, explorar, mediante estrategias y propuestas que les permitan conectar saberes y conocimientos (aprendizaje basado en proyectos, desafíos y problemas; clases invertidas, trabajo en taller y laboratorio, simulaciones, experiencias de integración y profundización de saberes, entre otras posibilidades). Asimismo, hacer lugar a su participación, escucharlos, atender a lo que sienten y piensan y lo que tienen para decir y aportar; involucrarlos en la toma de decisiones. Esto también hace a su derecho a aprender.

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Sabemos que nuestro país está caracterizado por realidades educativas muy heterogéneas, ¿qué dimensiones o requisitos deberían contemplar estos esquemas presenciales para garantizar el derecho a la educación de los estudiantes, teniendo en cuenta la diversidad de realidades sociodemográficas y territoriales de la Argentina?

Claro está que va a haber distintas respuestas en función de cada contexto. Es importante partir de la idea de que en el 2020 se ha aprendido y se ha enseñado, y que la Argentina ha resuelto trabajar en 2021 según una organización en unidades pedagógicas y curriculares que articulan dos años en uno (2020-2021). Cabe aclarar que no se trata de sumar un año al otro, sino de configurar una secuencia de progresión de los aprendizajes entre ambos. Esto implica que va a haber algunos aprendizajes y contenidos que las unidades pedagógicas prevén que ya habrán sido alcanzados por los estudiantes en 2020, pero también otros que estaban previstos para ese año, pero que recién podrán y deberán abordarse en 2021.

Por ejemplo, la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba -en este sentido- ha trabajado para definir este conjunto de aprendizajes y contenidos bajo el formato de indicadores de progresión de aprendizajes centrales para cada una de las unidades pedagógicas y curriculares, de modo que cada jardín y escuela tenga esa guía, ese norte, para garantizar lo común: los aprendizajes que se consideran imprescindibles para que los estudiantes continúen con su trayectoria educativa.

También es importante el trabajo en el desarrollo de las capacidades fundamentales –la oralidad, la escritura y la escritura; la resolución de problemas, el trabajo con otros, el pensamiento crítico y creativo, la gestión del propio aprendizaje, el compromiso y la responsabilidad– y para eso no hace falta un currículum paralelo. Cuando diseñemos la propuesta didáctica, deberemos plantearnos en cuál o cuáles de estas capacidades vamos a hacer foco y, en ese sentido, poner énfasis en las actividades y tareas de enseñanza y aprendizaje.

Como hemos dicho, estamos ante una oportunidad histórica de hacer extraordinario lo cotidiano en la construcción de la mejor educación, que no es cualquier educación sino la mejor educación posible.

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