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La pandemia del Covid-19 ha provocado una gran crisis para el sistema educativo. El avance del virus y las medidas de aislamiento social implementadas por los gobiernos colocan a las escuelas y a la comunidad educativa frente a un escenario sin precedentes. Es la primera vez que las escuelas cierran sus puertas durante un período tan prolongado cuya finalización aún no se sabe. Más allá de la incertidumbre, los docentes se enfrentan a una situación excepcional. ¿Qué acciones tomar para asegurar la continuidad de las clases desde el hogar de los alumnos? ¿Cuáles fueron los principales desafíos a los que tuvieron que enfrentarse para llevarlo a cabo? ¿Qué modalidades encontraron para garantizar la continuidad pedagógica? Y, frente a esto, ¿Cómo ha sido la respuesta por parte de las familias y de los alumnos? Proponemos entonces un recorrido por algunas experiencias docentes significativas cuyas escuelas han implementado diversas estrategias frente a un escenario tan incierto como cambiante.

Adaptándose al cambio

Uno de los puntos de partida para analizar este contexto es el momento previo a la suspensión de clases. La posibilidad de tener el tiempo suficiente para prepararse a una modalidad de clases distinta es fundamental tanto para los docentes que deben planificarlas para otro soporte como para los alumnos y familias que, de pronto, se enfrentan a una situación inédita. Se hace necesario encontrar herramientas útiles y accesibles que permitan continuar con el trabajo pedagógico. Al mismo tiempo, eso requiere de las habilidades digitales necesarias. 

Noelia Di Lemme, es docente del Área y Orientación en Comunicación en distintas escuelas de Nivel Secundario de Morón y Tres de Febrero, provincia de Buenos Aires. A ella, la suspensión de clases no la tomó por sorpresa porque en las escuelas donde trabaja ya se venía hablando de esa posibilidad desde una semana atrás. Ante esto, enseguida comenzaron la organización entre los docentes y los alumnos, principalmente a través del intercambio de correos electrónicos. La solución que encontraron fue Google Classroom por la gratuidad y el fácil acceso que brinda. Sin embargo, el proceso no fue rápido ni sencillo. “Muchos docentes y estudiantes no usan mail o no poseían cuenta Gmail. Nos llevó varios días poder armar todas las aulas e informar a toda la comunidad cómo íbamos a trabajar de ahora en más. Podríamos decir que, recién ahora, están casi todos al tanto y presentes en las aulas virtuales”, explica. 

Por su parte, Julieta Benítez, maestra titular de primer grado de una escuela del barrio Alberdi de la ciudad de Córdoba, cuenta que la suspensión de clases los encontró “llegando como un viento muy fuerte, con muchas preguntas y pocas certezas”. Sin embargo, reconoce que pudieron organizarse rápidamente desde lo operativo a través de cuadernillos, mails y la utilización de la plataforma zoom.

Fernando Sueiro

Distinto es el escenario que plantea el Colegio Tomas Alva Edison, ubicado en Guaymallén, provincia de Mendoza. Institución ya habituada a la utilización de plataformas educativas, pudo adaptarse rápidamente al nuevo contexto. Graciela Bertancud, directora de esta casa de estudios, cuenta que, si bien no esperaban la suspensión de las clases presenciales porque estaban muy abocados al inicio del ciclo lectivo, rápidamente pudieron dar respuesta a la situación porque ya contaban con una modalidad blended-learning. “No nos costó tecnológicamente levantar la escuela, en menos de 48 horas ya estábamos listos y los chicos no perdieron ni un solo día de clase. Sí tuvimos que hacer algunos acuerdos sobre los temas a trabajar. Hemos hecho una selección curricular para trabajar en casa, teniendo en cuenta que los padres no son docentes, apuntado a habilidades que tienen más que ver con situaciones básicas y no con aprendizajes muy profundos”, explica Bertancud. 

Cynthia Cordi.

Un caso similar es el de la Escuela Julio Verne, de Tierra del Fuego, que en ese momento estaban migrando del Moodle que utilizaban desde 2009 hacia GSuite y Google Classroom. “Rápidamente armamos las clases por año o por materia y comenzamos el día 16 de marzo con actividades online”, afirma Cynthia Cordi, su directora. En tanto, Fernando Sueiro y Sueiro, director interino de la Escuela de Minas Dr. Horacio Carillo, de la provincia de Jujuy, cuenta que desarrollaron diferentes acciones, entre las cuales se encuentran campus digitales, aulas virtuales y redes sociales oficiales, pero subraya la importancia de las clases presenciales: “el corazón y la fuerza de la escuela secundaria son las clases presenciales como función social y socializadora y como eje fundamental en el proceso de enseñanza/aprendizaje”.

Como respuesta ante el avance de la pandemia, muchas escuelas han comenzado a trabajar en distintos proyectos con el objetivo de brindar herramientas necesarias tanto para la prevención como para el tratamiento de la enfermedad. Es el caso de la Escuela de Minas Dr. Horacio Carrillo, que depende de la Universidad Nacional de Jujuy, donde alumnos y docentes están llevando adelante la construcción de trescientos porta sueros que serán destinados al Hospital de Campaña, ubicado en el predio de Ciudad Cultural. La iniciativa surgió a partir de un pedido del Comité Operativo de Emergencia (COE) de la provincia, ámbito que centraliza la información disponible sobre el coronavirus, la evalúa y determina acciones a seguir. El director de la escuela preuniversiaria, Fernando Sueiro y Sueiro subrayó el nivel académico de la institución: “Nuestras escuelas preuniversitarias ofrecen a los/as estudiantes la formación en capacidades que les permitan insertarse tanto en el mercado laboral como en la vida universitaria de estudios de grado en una configuración de innovación pedagógica en los procesos educativos y en el marco de una educación pública gratuita de calidad democrática e inclusiva”.

Plataformas educativas y alfabetización digital

Las plataformas educativas virtuales aparecen como la solución principal a la hora de garantizar la continuidad de las clases desde un espacio distinto al escolar. Ahora bien, más allá de las distintas soluciones que hay disponibles en el mercado, desde las gratuitas hasta las pagas, desde las estatales hasta las privadas, hay un requerimiento técnico fundamental que es la conectividad y la disponibilidad de dispositivos. Al respecto, Di Lemme cuenta que los alumnos “muchas veces no poseen computadora o no tienen internet en casa. Entonces usan el celular para participar de las clases y eso implica que se consuman el paquete de datos de forma más rápida. Por lo tanto, deben esperar hasta poder cargarlo nuevamente y eso genera que algunos trabajos no puedan hacerlos o que estén sin contactarnos por unos días. Muchas familias sólo poseen un celular y tal vez tienen más de un miembro que necesita usarlo.” 

Este testimonio pone en escena la situación económica necesaria para garantizar los recursos tecnológicos y muestra que las desigualdades socioeconómicas de base se profundizan en contextos de emergencia. Distinto es el caso de la escuela cordobesa, donde Benítez reconoce que la posición más acomodada de las familias facilita el apoyo que se necesita en estos momentos. “La escuela en la que trabajo tiene una población de clase media- media alta, es de gestión privada con subvención. Esto nos da una gran ventaja frente a otros sectores y compañeros/as que trabajan en comunidades educativas cuya población es más vulnerable. En mi escuela todos/as los/as chicos/as tienen computadora, o más de un celular posiblemente, no dependen de la escuela para el alimento. Desde esos lados el trabajo diario se facilita mucho”, asume.

En este punto, otro desafío que aparece es el que refiere a las habilidades relacionadas a la alfabetización digital, tanto de los propios docentes como de los alumnos y padres. Evidentemente, la proliferación de plataformas educativas no trae aparejado per se los recursos cognitivos necesarios para utilizarlas. Por supuesto que hay docentes muy habituados a manejar este tipo de herramientas, lo que hace que puedan adaptarse fácilmente a esta nueva situación. Pero aquellos cuya labor cotidiana está centralizada en la enseñanza presencial, presentan más limitaciones. 

Al respecto, Di Lemme plantea que “la principal dificultad se presentó con los propios docentes. Es un colectivo muy diverso tanto en edades como en estrategias de enseñanza. Muchos no utilizan dispositivos tecnológicos, más allá del celular, y proponer como opción y sin previa capacitación una plataforma virtual implicó algunos impedimentos que fueron solucionados sin mayor problema, como la navegación dentro de Classroom, la carga de los recursos y la corrección de las entregas”. Para Cynthia Cordi, “fue un aprendizaje para toda la comunidad, semanas de mucho stress, las familias sin materiales o conectividad suficiente y sin conocimiento de las herramientas. Pero ya estamos mucho mejor y con el 95% de los alumnos y docentes trabajando en forma colaborativa”.

Acuerdos, metodologías y contenidos

Graciela Bertancud.

El traspaso a la modalidad de clases virtuales conlleva una gran cantidad de decisiones que deben tomar los docentes en conjunto. Una de esas es la que tiene que ver con los contenidos y las metodologías ¿Pueden dictarse todos los temas a través de la plataforma educativa? ¿O algunos requieren de instancias que se asemejen a la presencialidad? Según Bertancud, en el colegio que ella dirige, “los desafíos fueron acordar metodologías pedagógicas que tuvieran que ver con la virtualidad.” Lo que requiere de mucho trabajo en conjunto, “convenir con los docentes las dimensiones que debían tener las tareas, sus propósitos y objetivos y en algunos casos acordar temas a trabajar. Por ejemplo, en el nivel inicial, trabajamos por Aprendizaje Basado en Proyectos y los transformamos en proyectos personales, lo que nos llevó un tiempo porque debíamos pensar en cada alumno y familia. Esto demandó muchas reuniones y acuerdo, para estar todos en la misma sintonía”, explica la directora mendocina.

Ligado a esto aparece otra cuestión que radica en la heterogeneidad de edades que presenta el colectivo estudiantil. Mientras los más pequeños necesitan del apoyo de sus padres, los adolescentes presentan autonomía a la hora de trabajar y estudiar. Sobre esto, Bertancud explica que en el nivel secundario están avanzando bien porque los alumnos asisten a cada materia de forma virtual con su profesor en su horario habitual, por lo que están “llevando bien el proceso de enseñanza aprendizaje”. Pero en el nivel inicial y en el primer ciclo de primaria, “lo que hemos hecho es armar algunos videos con las explicaciones de los docentes, sobre todo con todo lo relacionado a alfabetización. La incorporación de habilidades de lectoescritura es un sistema importante que no todas las familias pueden llevar a cabo, por eso trabajamos con los docentes para ofrecer apoyo a través de diferentes materiales”, explica.

El hogar como escenario del proceso de enseñanza aprendizaje

Ahora bien, en una educación a distancia, es el hogar el espacio donde pasa a desarrollarse la actividad formativa y, en ese ámbito, son los padres quienes adquieren protagonismo en el proceso de educación de sus hijos, sobre todo de los más pequeños. No obstante, la profundidad de un cambio tan radical como el que implica el cierre de las escuelas hace que muchas familias no estén lo suficientemente capacitadas como para afrontar un escenario tan novedoso como incierto. Así como el colectivo de docentes es sumamente heterogéneo, también lo son las familias. El acceso a recursos tecnológicos, la formación académica, el tiempo disponible, el acompañamiento emocional, la disponibilidad de espacios cómodos para la concentración y el estudio, entre otros, se vuelven factores muy importantes en este contexto.

En la experiencia de Di Lemme, “las familias han respondido de formas múltiples”. Mientras algunas se contactaron con los docentes y empezaron a llevar a cabo rápidamente las tareas necesarias para acompañar las trayectorias de sus hijos, otras tuvieron dificultades en cuanto a la conexión a internet o a la disponibilidad de computadoras. Más allá de esto, no todas las familias vieron con los mismos ojos el tipo de trabajo que los docentes proponen en la instancia virtual. En palabras de la docente: “Tuvimos familias que comentaban no estar de acuerdo con las tareas, haciendo hincapié en la cantidad de trabajos por hacer.  A ellas se les explicó que las fechas son estimadas, principalmente para poder organizarse tanto ellos que tienen varias materias como nosotros que tenemos varios cursos. Y que los materiales son recursos a disposición del alumno para que pueda, primero, apropiárselos según sus necesidades formativas y, segundo, para generar un conocimiento significativo. Es necesario que los estudiantes, así como también las familias y los docentes, asuman la responsabilidad que les corresponde según el rol que ocupan en el ámbito educativo”, enfatiza Di Lemme. 

La experiencia de la escuela de Tierra del fuego es similar en ese punto. Su directora subraya que muchas familias encararon el proceso con buena voluntad, acompañando a los hijos y consultando con los docentes. Sin embargo, “otras no tuvieron tanta paciencia. Dependiendo de la autonomía del alumno, se produce una dinámica extraña, la familia está dentro del aula, opinando, ayudando. O, todo lo contrario, los chicos se manejan con mucha autonomía, se conectan en horarios en los que no están los docentes online, entonces no tienen asistencia, se producen fricciones. Y todos opinan: es mucho material, es poco, hagan más videollamadas, no hagan porque los chicos hablan mucho, suban videos”, detalla Cordi.

En el caso del colegio mendocino, tanto los estudiantes como sus familias ya están habituados a la educación a distancia. Cerca del 98% de los alumnos asisten diariamente a sus clases virtuales. Según su directora, “también las familias, casi en su totalidad, se han bajado las aplicaciones y tareas en forma diaria. La comunicación es fluida y por varios canales: mail, WhatsApp y plataforma educativa”. Si bien Bertancud plantea que al comienzo hubo dificultades con entender algunos ritmos, “la respuesta de las familias ha sido excelente pero hoy pedimos la tarea sólo una vez a la semana, porque muchos no tienen conectividad o plan de datos para toda la familia”. De esta manera, los tiempos establecidos para solicitar las tareas aparecen como un punto importante en los testimonios de los docentes. Cuando el tiempo de la escuela ya no está determinado por la concurrencia al edificio, ¿cómo trabajar para garantizar la continuidad del trabajo pedagógico sin invadir la vida cotidiana de las familias? Al respecto, Benítez cuenta su experiencia en la escuela cordobesa: “nos fuimos acomodando de a poco con la decisión de no invadir ni atarear a las familias, poner tiempos para realizar las actividades para ayudarlos con la organización pero que sean flexibles, de hacer actividades que convoquen desde lo lúdico, lo cotidiano”. 

Acompañamiento familiar y contención

En este contexto donde los procesos de enseñanza aprendizaje suceden en el ámbito hogareño, se vuelve fundamental el acompañamiento de los adultos de la familia. El cierre de las escuelas deja a muchos niños, niñas y adolescentes sin la contención emocional y pedagógica que experimentaban de parte de sus docentes o de sus propios compañeros. Es por eso que en la escuela jujeña le dan la importancia necesaria. Al respecto, Sueyro y Suero, su director sostiene que “también resulta importante la contención emocional de las/os estudiantes, esto se realiza un trabajo en conjunto entre los equipos de Orientación y Tutoría, de Educación Sexual Integral, Docentes, No Docentes y de Gestión”.

Efectivamente, algunos padres están descubriendo ahora muchas de las problemáticas que formaban parte de la cotidianeidad escolar de sus hijos. En este punto, Noelia Di Lemme detalla un escenario interesante. “La realidad también nos muestra que muchos padres o tutores descubren tareas o necesidades que tienen los jóvenes ahora y no son distintas a las que tenían antes de esta situación. Los adultos están en sus casas compartiendo tiempo con los más chicos y pueden observar cuestiones que antes pasaban desapercibidas porque, en su mayoría, debían estar fuera de casa trabajando. Es algo que nos excede a todos pues, los docentes, también se están replanteando cómo explicar algunos contenidos y más aún, como generar recursos dinámicos para que esos saberes sean aprehendidos y no sólo aprendidos”.

Nuevas prácticas pedagógicas, distintas formas de vincularse con los alumnos, otros espacios y tiempos. No sólo es necesario contener a los alumnos, sino también a los docentes, un colectivo que está muy demandado en cuanto a nuevas tareas y responsabilidades, y cuyo rol se ve interpelado en este contexto. Al respecto, Benítez se pregunta por los alcances de este “nuevo hacer docente”. “En una escuela donde nos pensamos juntos y juntas, donde siempre queríamos rescatar el poder de la escucha con todo el cuerpo, ¿cómo se traspasa eso a una pantalla?, ¿qué pasa con esas clases que imaginamos, pero no podemos estar ahí para mediar, para ver las respuestas, esa inmediatez de los gestos, las risas, las voces juntas, las caras de no entiendo. En fin, muchas preguntas que estamos intentando responder desde el colectivo, que van más allá de los resultados que pudimos obtener.”

Sería imposible dar cuenta de toda la diversidad de experiencias docentes en este contexto de aislamiento social. No obstante, el recorrido que proponemos puede reflejar las experiencias de muchos otros que trabajan día a día para garantizar la continuidad educativa de muchos niños, niñas y adolescentes en un contexto sumamente complejo, angustiante, incierto y repleto de desafíos. El avance del Covid-19 no sólo está afectando la modalidad de clases, sino que está interpelando a todo el sistema educativo en su conjunto. Probablemente su paso por nuestro país deje huellas tanto en el trabajo diario de los docentes y en las dinámicas de las instituciones, como en las trayectorias educativas de los estudiantes y en los vínculos familiares. La pandemia está cuestionando a todos los actores que forman parte del sistema educativo. Quizá esta crisis de la que somos testigo ahora implique una transformación real que más adelante nos permita repensar las prácticas y deconstruir lo establecido. 

Enseñar y aprender en tiempos de coronavirus

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El avance del coronavirus COVID-19 generó una situación sin precedentes: más de 1500 millones de alumnos no están asistiendo a clases en todo el mundo. Garantizar que sigan aprendiendo en un contexto de aislamiento social exige repensar los modos de pensar, diseñar y de hacer escuela. En este momento inédito, se evidencian numerosos desafíos, pero también brinda la oportunidad de aprender a construir una educación distinta.

En este especial, desde Sobre Tiza proponemos un recorrido por la mirada de diferentes especialistas, referentes y protagonistas que nos invitan a pensar cómo será la educación en el mundo después del coronavirus.

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