Coronavirus: qué cambió y que volverá a ser como antes tras el aislamiento

El delicado contexto que estamos viviendo obligó a la sociedad a adoptar algunos cambios tecnológicos en sus quehaceres cotidianos. Pero para que dichos cambios persistan cuando acabe el aislamiento, es preciso que estos avances puedan al menos equiparar a la experiencia tradicional. ¿Qué cambios llegaron para quedarse, cuáles no y por qué?

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Por Nicolás López,  Socio y Co-Fundador de Aulanexo.

Sin lugar a dudas, habrá un antes y un después del coronavirus Covid 19. Su rápida propagación, el impacto que genera en la salud de los contagiados y la sensación de miedo e incertidumbre que propicia la falta de un tratamiento, nos deja una sensación de vulnerabilidad difícil de superar y nos hizo tomar conciencia de que no somos tan omnipotentes como creemos. El forzado cierre de muchas industrias y la limitación de la circulación humana, han dejado en evidencia algo que hasta el momento era considerado por algunos como una teoría de fundamentalistas ecológicos: nuestro impacto sobre el medio ambiente es nocivo. Pero también se demostró que con un breve cese de actividades, el mismo se puede recuperar. Por delante tendremos un debate sobre cómo conciliar el cuidado de nuestro ecosistema con el desarrollo industrial.

Desde hace dos décadas o más, una serie de avances en el campo de las tecnologías de la comunicación y la información comenzaron a irrumpir en nuestras vidas y parecían tener el poder de reemplazar a sus equivalentes analógicos: plataformas de comercio electrónico, trámites virtuales, educación a distancia, atención a clientes por inteligencia artificial, teletrabajo; por mencionar solo algunos. Y pese a las grandes promesas de revolución que traían, cada uno de ellos se encontró con fuertes objeciones a su adopción: seguridad de datos, pérdida de la empatía, dificultad de operación y baja de la productibilidad respectivamente, atentaron contra una adopción masiva de dichos avances. Sumemos a ello el impacto de estas tecnologías sobre la necesidad de recursos humanos y la intervención de las empoderadas entidades sindicales para preservar las fuentes de empleo.

El aislamiento social al que gran parte de la sociedad mundial se vio sumida por la pandemia de coronavirus, nos obligó a dejar las objeciones (muchas veces basadas en prejuicios) de lado y tuvimos que adoptar de manera forzosa estos avances tecnológicos para poder continuar con muchas de nuestras actividades cotidianas, como trabajar, estudiar, hacer compras, pagar servicios o realizar trámites. Y como a un chico al que empujan a la parte profunda de la pileta para que aprenda a nadar, le pusimos la mejor predisposición y una parte importante de la población pudimos adoptar exitosamente estas alternativas tecnológicas.

Pero una vez que el aislamiento finalice y retomemos nuestra cotidianeidad: ¿persistirán estos nuevos paradigmas? Muchos tecno-optimistas han acaparado la escena pública, jactándose de que sus profecías se han cumplido. Pero si bien es cierto que la adopción forzosa de algunas alternativas tecnológicas permitió a muchos conocer opciones más cómodas y prácticas a sus quehaceres cotidianos, no todas las experiencias con estos cambios han sido positivas, y que se sigan aplicando obedece más a la fuerza mayor de la situación que a una cuestión de preferencia.

Por ejemplo, ante la suspensión de las clases presenciales, la mayoría de los colegios debieron buscar plataformas que permitan dictar clases a distancia; algo casi reservado a la educación de posgrado y más recientemente a unas pocas entidades que ofrecen carreras de grado. La mayoría de las plataformas disponibles en el mercado no reúnen los recursos pedagógicos ni soportes comunicaciones adecuados para los diferentes tipos de interacciones que se dan en el aula real, dependiendo de la asignatura. Por lo general son formatos webcampus, en los cuales el docente comparte recursos para que los alumnos incorporen de manera autodidacta, pudiendo hacer alguna consulta; o poseen aulas virtuales basadas en aplicaciones para teleconferencias, que apenas sirven para dictar contenidos teóricos. ¿Cómo hace un profesor de matemáticas para mostrar cómo resolver una compleja ecuación usando sólo su voz o a través de un documento escrito estático? ¿De qué manera una maestra de Primer Grado enseña a sus alumnos cómo dibujar las letras del abecedario? ¿Y el docente de plástica que precisa mostrar la técnica para pintar impresionismo o para moldear arcilla?

Desde Aulanexo, que desde hace tiempo ofrecemos diferentes soluciones tecnológicas para la gestión de entidades educativas y la comunicación con las familias, por pedido de varios de nuestros clientes adelantamos el lanzamiento de una nueva plataforma de aula virtual. Para desarrollarla trabajamos desde hace tiempo en conjunto con usuarios docentes y alumnos para brindar una experiencia que se adecue a todo tipo de necesidades pedagógicas. Hoy su demanda es altísima, cuando llegue el momento de retornar a las aulas, nuestros clientes quedarán con el conocimiento de una herramienta que les será útil para otras situaciones que impidan la asistencia, como alumnos con licencias prolongadas por enfermedad o paros de transporte; así como también puede ser útil para la organización de reuniones de padres virtuales, dictado de materias extracurriculares, o coordinación de actividades de intercambio estudiantil.

Antes de afirmar que un avance tecnológico llegó para quedarse, es preciso tener una mirada más amplia que contemple la importancia de los modos en los cuáles se realizaban estas actividades cotidianas previo al aislamiento, todos los factores de resistencia (desde los mentales hasta los económicos, políticos y laborales) y, fundamentalmente, el nivel de satisfacción de los usuarios con la nueva experiencia, y las propuestas superadoras respecto a su versión tradicional, que el coronavirus nos obligó a descubrir. Lo único seguro es que finalizaremos este 2020 con un mundo muy diferente al de como iniciamos el año.

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