Cultura, escuela y realidades sociales: un vínculo intrínseco

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La cultura siempre fue eco de lo social. Sus diversas expresiones artísticas han retomado las problemáticas y conflictos de cada época. Las crisis políticas y sociales, las guerras, los reclamos de los distintos colectivos, la marcha de la historia, las identidades en disputa, los crímenes y los genocidios, la violencia en todas sus formas. Esto y mucho más ha sido representado tanto por el teatro como por el cine, la música, las artes plásticas y la literatura, entre otras expresiones. Cada una con sus particularismos, ha logrado no sólo visibilizar esas cuestiones sino también desnaturalizarlas, criticarlas y acercarlas a los distintos públicos. Porque precisamente mucho de los temas más oscuros y dolorosos pueden encontrar una vía de expresión a través del arte. En ese sentido, la cultura nos enfrenta aquello que no queremos ver, a lo que preferimos silenciar, a lo que nos toca las fibras más íntimas.

En una de las épocas más oscuras de nuestra historia, uno de los músicos más talentosos del país, supo denunciar en sus canciones aquello de lo que no se hablaba. Surgieron así “Los dinosaurios” (1983) y “Canción de Alicia en el país” (1980) y sus letras nos siguen erizando la piel. En el ámbito teatral, allá por los años 80 un grupo de actores, directores y dramaturgos de la talla de Roberto Cossa, Griselda Gambaro, Carlos Somigliana y Eduardo Pavlovsky, entre otros, hicieron lo que se conoció como “Teatro abierto”.  Más cercano en el tiempo, contamos con “Teatro por la identidad”. Por su parte, el cine también supo dar cuenta de los años más oscuros con películas como “La historia oficial” (1985), “La noche de los lápices” (1986), “Garage olimpo” (1999) e “Infancia clandestina” (2011)  sólo por citar algunas.

Las expresiones artísticas también son una forma de educación. A través de ellas podemos lograr no sólo un acercamiento a las realidades sino fundamentalmente un canal de expresión, para poder decir, para poder cuestionar, para poder preguntar y preguntarnos. Por supuesto, no desconocemos que algunas de ellas pueden colaborar con la reproducción de cierto orden social pero cuando se trata de expresiones genuinas el horizonte de posibilidades se abre y se enriquece. Entonces, sólo colocando las cosas en palabras o en imágenes o en nota musicales, es decir, expresándolas, es que podemos sanar las heridas. Y la escuela no es ajena a esto.

Los estudiantes que llenan las aulas son los mismos sujetos que viven distintas realidades cotidianas, con sus particularismos, problemáticas y contradicciones. Entonces la escuela no es, no puede, ser ajena a lo que sucede en esas realidades. Los problemas sociales, las crisis políticas y económicas y los actos de violencia atraviesan esos muros considerados infranqueables. Por lo tanto, las palabras y el debate serán las formas fundamentales de problematizar y cuestionar lo que sucede. Hablando, expresando, planteando preguntas y buscando respuestas es que construiremos sujetos más libres. El silencio nunca es sano.

 

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