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“Yo quería un amor total y en mi frágil pequeñez me descubrí maravillosa y también pude amar. Y me perdoné por todo lo que no hice. He sido feliz como nunca. Una felicidad insoportable, inconfesable. Me acabo de amar y me volví eterna”, dice María, Julia, Ana, Estela o Mónica. Porque precisamente esta mujer sin nombre es todas las mujeres. Es una mujer de barrio y es, al mismo tiempo, muchas mujeres.

Una mujer, una madre, una esposa. El transcurrir inevitable de un tiempo que se nos escurre entre los dedos. Las tardes de una existencia opaca. Los pequeños y aparentemente insignificantes detalles que luego cobran sentido. El amor y el desamor, el erotismo repentino. El dolor de saber que ese presente gris no estaba en el horizonte de posibilidades imaginado en la juventud. La angustia de las partidas. Los olvidos y los desencuentros. Los rostros difusos por el paso de los años y los pequeños gestos que lastiman el alma. Las equivocaciones. La felicidad embriagadora de un amor. El deseo que enciende la piel y el deseo de que las cosas sean diferentes. La nostalgia de saber que lo pasado ya no volverá. Por todo esto y más nos lleva “Todas las canciones de amor”, cuyo texto  es de Santiago Loza, quien logra meterse en las profundidades de esta mujer sin nombre y la muestra en todas sus aristas con sus contradicciones y sus miedos. Un texto extraordinario, lleno de quiebres y de matices, que a veces parece perderse en un sentido pero siempre vuelve para retomar el hilo. Podría decirse que en ese texto hay dos tiempos paralelos. Uno, el tiempo presente de ese día, donde ella relata todo lo que le sucedió desde que se levantó a la mañana y otro, el tiempo del pasado, donde rememora y recuerda anécdotas.

La mujer sin nombre está esperando el regreso de su hijo que se había marchado para vivir en el extranjero. Y en esa espera atraviesa todos los estados: la alegría, la ansiedad, la angustia, el miedo, la nostalgia, la felicidad que le invade el cuerpo y el dolor que le nubla los ojos. Así, recorre su propia historia, recuerda el pasado y reflexiona sobre este presente. Un presente muy diferente al que imaginó en su juventud, cuando todo era posible y el amor desbordaba y no cabía la posibilidad de que pierda el brillo. Durante esa espera, se descubre para, finalmente, perdonarse a sí misma por todo aquello que no hizo. Y en ese perdonar, se encuentra.

Marilú Marini lleva a cabo una interpretación maravillosa. Logra pasar de un estado al otro en cuestión de minutos y envuelve al público en diferentes climas. La felicidad la desborda y, de pronto, el dolor se le clava en el pecho como una estaca inesperada. La nostalgia la invade y, en pocos segundos, se convierte en una caricatura, ridiculizándose y riéndose de ella misma. La tristeza ensombrece su mirada y, repentinamente, aparece una ternura que emociona. Su trabajo está repleto de matices y de quiebres muy interesantes, maneja la tensión dramática con una cadencia magistral. Así, transita diversos momentos y crea un clima distinto en cada uno. Marilú está viviendo en el escenario, se apropia del texto y lo hace suyo, las palabras transitan no sólo por su corazón sino también por el cuerpo. Vive el texto y en el texto, nos hace reír y llorar y nos emocionamos con ella. Ella, la mujer sin nombre, se vuelve inmensa, poderosa y eterna.

Foto: Web Paseo La Plaza

Ficha técnica:

 

Autoría: Santiago Loza
Actúan: Marilú Marini, Ignacio Monna
Músicos: Diego Penelas
Diseño de vestuario: Oria Puppo
Diseño de escenografía: Oria Puppo
Diseño de luces: Omar Possemato, Oria Puppo, Alejandro Tantanian
Vestidores: Héctor Ferreyra
Fotografía: Milwatss, Rodrigo Cecere
Comunicación visual: Milwatss, Rodrigo Cecere, Gabriela Kogan
Comunicación Digital: Damian Armocida, Andra Papini
Asistencia de escenografía: Maria Belén Buda, Martina Nosetto
Asistencia de vestuario: Maria Belén Buda, Martina Nosetto
Asistencia de dirección: Ernesto Donegana
Prensa: SMW
Producción gráfica: Romina Juejati
Arreglos musicales: Diego Penelas
Producción ejecutiva: Diego Pando
Producción general: Pablo Kompel
Dirección de Producción: Ariel Stolier
Jefe de escenario: Ernesto Donegana
Dirección musical: Diego Penelas
Supervisión de sonido: Pablo Abal
Dirección técnica: Jorge H Pérez Mascali
Dirección: Alejandro Tantanian

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