- Publicidad -

¿Cómo transmitir en palabras lo que se siente al ver una obra? ¿Cómo dar cuenta de la densa sensación con que el espectador se queda al caer el telón? Porque, efectivamente, al término de “Trópico del plata”, ya no somos los mismos, algo se modificó en nosotros, algo tocó una íntima fibra del ser y nos atraviesa con una fuerza arrolladora, la misma que tiene la actriz en el escenario.

Zapatos de taco, peluca rubia, carterita al hombro y lápiz labial magenta. Así, todas las noches, Aimé espera ansiosa la llegada de Guzmán, de quien parece estar perdidamente enamorada. Se estremece con tan sólo escuchar el sonido de chapas que anuncia su llegada. Guzmán la visita, le habla de amor y le hace regalos. Pero, detrás de sus palabras grandilocuentes, se esconde la intención de convertirla en otra, de apropiarse de todo su ser o, tal vez, de devorarla “hasta los huesos”. La corrige en sus formas de hablar, demostrándole así su falta de educación, la viste a su gusto y hasta intenta aclararle su color de piel. En definitiva, va construyendo su disfraz. Pero Guzmán no viene solo, trae a varios amigos y conocidos para llevar a cabo el famoso “baile de los enmascarados”, fiestas nocturnas donde prevalecen los excesos y cuya consigna es asistir con disfraz, metáfora de una sociedad que luego critica escandalizada aquello mismo que permite en silencio. Aimé es el centro de atención y los atiende a todos, uno por uno pasan a su habitación para que luego Guzmán se deleite con el minucioso relato que ella debe narrarle. Sucede que no tiene forma de negarse, él la convence, con frases pomposas, de que se trata de amor. Y Aimé amanece exhausta, confusa y dolida. Le duele la ausencia de Guzmán, la soledad y el cuerpo.

Aimé y Guzmán están interpretados por la misma actriz, Laura Nevole (conocela en esta entrevista), quien realiza un trabajo excepcional, el que supera el texto y atraviesa el escenario con una fuerza arrolladora. Sabe manejar los tiempos, los matices y los quiebres del relato y va más allá. En ella habitan dos cuerpos y dos voces claramente diferenciados que interactúan con precisión. Habla de Guzmán y, al mismo tiempo, es él. El doble juego entre estos dos personajes irá creciendo y llevando la tensión dramática hasta el final. Con una presencia escénica magistral, su cuerpo adquiere un protagonismo central a lo largo del monólogo, porque precisamente aquello que narra se hace carne en ese cuerpo. Un cuerpo ultrajado, utilizado como objeto y atravesado por la voz del otro. Un cuerpo que se hace presente para mostrar desde allí el dolor y el miedo, la angustia y la desesperación.

Entre la ingenuidad y la sorpresa, Aimé cuenta lo que sucede en esas noches de desenfreno. El relato es estremecedor pero, narrado con esa inocencia, perturba al espectador quien, en varias oportunidades, se sorprende de sí mismo al notar un atisbo de sonrisa en su rostro. Es que el texto y el trabajo de la actriz juegan con esa dicotomía, esa extraña mezcla entre lo inocente y lo terrible, entre lo dicho explícitamente y lo dicho con eufemismos, entre las ansias de ternura y la violencia más descarnada.

El pequeño escenario y la simplicidad de la puesta ayudan a construir esa atmósfera de encierro en donde vive Aimé. El pequeño escenario parece una isla en medio de la oscuridad de la sala, isla a la cual Guzmán entrará cuando quiera pero de la cual ella no podrá salir. El diseño de luces contribuye a crear los diferentes climas y la utilización de un lenguaje claramente rioplatense inserta al espectador en un universo cercano y lejano al mismo tiempo.

Relaciones desiguales de poder, violencia de género y la hipocresía de una sociedad que tolera con su silencio lo que luego tildará de inaceptable. De todo esto hablará “Trópico del plata”, con un discurso que va desde el relato amoroso hasta el más descarnado. La obra pone en escena la violencia más feroz, la que confisca y cosifica los cuerpos de las mujeres y les cercena todos sus derechos. El cuerpo de Aimé es uno más de tantos otros, vulnerados, oprimidos y violentados. Una mujer atravesada en cuerpo y alma por la violencia, que es muchas al mismo tiempo: física, sexual, simbólica. Reducida a un objeto para el placer de aquellos varones enmascarados, Aimé ya no es un sujeto. El disfraz se le terminó por incrustar en la piel y su identidad se desdibuja en la soledad de estas cuatro paredes sofocantes. Y el espectador, inmerso en la oscuridad de la platea, ya no será el mismo.

Ficha técnica

Dramaturgia: Rubén Sabadini

Actúan: Laura Nevole

Iluminación: Alejandro Le Roux

Diseño de vestuario: Jam Monti

Diseño sonoro: Nicolas Bari, Matias Niebur

Realización de escenografia: Gustavo Di Sarro

Diseño gráfico: Sergio Calvo

Entrenamiento corporal: Valeria Tollo

Entrenamiento vocal: Valeria Tollo

Asesoramiento escenográfico: Gabriela A. Fernández, Rodrigo González Garillo

Asistencia de escenario: Fede Fernández, Juan Lapargo

Asistencia de dirección: Juan Lapargo, Valeria Tollo

Prensa: CorreyDile Prensa

Producción: Vera Vera Teatro, Lorena Astudillo, Malena Schnitzer

Dirección: Rubén Sabadini

Teatro: Espacio Callejón

Dirección: Humahuaca 3759 – Capital Federal

Teléfono: 4862-1167

Días y horario: Sábados: 18 hs

- Publicidad -

1 COMENTARIO

Deja un comentario