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Dos hermanas mayores miran hacia el frente, están sentadas una al lado de la otra, cada una ensimismada en sus pensamientos. Vaya a saber lo que pasa por sus cabezas pero el rictus de la boca de una de ellas connota una mezcla entre dolor y desesperanza. De pronto, el chisme sobre una vecina las sacará de sus cavilaciones y, por un momento, las hará olvidar sus propias penas.

Esta es la imagen inicial de Cae la noche tropical, la obra sobre la novela homónima de Manuel Puig con adaptación de Santiago Losa, que tiene lugar en el Teatro San Martín. Las protagonistas de esta historia son las geniales Leonor Manso e Ingrid Pellicori, como esas hermanas ya entradas en la octava década de vida. Completa el elenco Eugenia Guerti.

Luci (Pellicori) vive en Río de Janeiro hace varios años en un departamento rodeado de plantas. Su hermana Nidia (Manso) está de visita y pasan los días disfrutando del clima tropical. Conversan sobre todo pero principalmente sobre la vecina que vive arriba, una psicóloga argentina (como ellas) que está viviendo una historia de amor. Movidas quizá por la cultura compartida, la vecina en cuestión y Luci se hicieron amigas, por lo que ésta sabe todos los pormenores de la historia.

Foto Carlos Furman

A medida que avanza la obra nos vamos enterando de todo lo que vive la psicóloga a partir de lo que cuenta Luci. Y a través de su historia, las hermanas pasan por todos los estados posibles: desde la ilusión del romance hasta la angustia, pasando por el recuerdo de ellas mismas cuando eran jóvenes. Es tal la forma en que ambas se implican con esa historia que funciona como un espejo de ellas mismas, que el espectador, por breves momentos, sospecha que se trata de la historia de Luci, la narradora que no escatima en detalles. ¿Qué les dice esa historia ajena acerca de sus propias vidas? Más adelante, entrará en escena la vecina, personaje que empezará a tomar más presencia hacia el final de la obra. Finalmente, después de varias idas y vueltas, Nidia se quedará viviendo en el departamento de Río. Ya no está su hermana pero aquel rictus del comienzo le dejó paso a una sonrisa apacible.

La puesta se centra en una escenografía increíble, que logra recrear no solo el departamento sino también la atmósfera de la ciudad brasileña de la década del 80. Y si bien es un espacio llamativo, la obra se concentra en el cuerpo de las actrices y la dirección de Pablo Messiez construye pequeños momentos a lo largo de esa escenografía, algunos de ellos a partir de un objeto cotidiano, otros a partir de un mate compartido.

Foto Carlos Furman

El trabajo de las dos protagonistas merece todo el reconocimiento. Pellicori y Manso ponen todo el cuerpo a disposición para crear a estas octogenarias hermanas, transformando no solo la manera de hablar sino también la postura corporal. Y, al mismo tiempo, el vínculo que supieron construir ambas es absolutamente enternecedor, pero no por ello carente de contradicciones. Como buenas hermanas, se quieren, se repelen, se interrumpen al hablar, se reprochan, se apoyan. Ambas pasan por todos los estados emocionales: desde el dolor más profundo hasta la excitación.

La obra de Puig, con su genial pluma, pone en escena varios temas. El más importante es el de la vejez. ¿Qué sucede en los últimos años cuando la inminencia de la muerte es cada vez más concreta? ¿Cómo se repone el cuerpo y el alma después de tanto recorrido, con todos los dolores a cuestas? Estas hermanas, de alguna forma, nos dicen que para sentir no hay edad. Ellas ya han vivido demasiadas cosas a lo largo de su vida pero las frustraciones y el dolor no han podido quitarles las ganas de vivir. La risa, el llanto, la angustia, las pérdidas, las ilusiones, las expectativas, el romance: todo lo experimentan. Porque el cuerpo tiene memoria y, a pesar de los años transcurridos, las sensaciones están a flor de piel.

Foto Carlos Furman

La prosa de Puig también habla del desarraigo, del exilio, de las ilusiones del amor, de la fugacidad de los momentos importantes, de los vínculos familiares. Y la adaptación de Losa deja intacto el mundo construido por Puig.

Los personajes de Puig siempre son entrañables. Es un autor que supo crear con maestría pequeños mundos llenos de ilusiones, cuyos protagonistas son inolvidables. Y el trabajo de ambas actrices le hace mérito a tan genial pluma.

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