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Dos hermanos confinados en un terrenito lejano y condenados a vivir juntos. Abandonados a su suerte. Dos formas de concebir la vida. Dos maneras de estar en el mundo. Opuestos, irreconciliables, sin embargo, se necesitan mutuamente para mantener la dialéctica que los sostiene. Dos individualidades o, por el contrario, las dos caras de una misma moneda: Caín y Abel. El terreno será su Edén berreta.

Basada en el clásico mito bíblico, “Terrenal” presenta una versión teatral y grotesca de la tragedia de los hermanos, quienes, abandonados en un viejo terreno del Conurbano, esperan la vuelta del Tatita. Mientras Caín (Claudio Martínez Bel) se dedica a la producción y comercialización de morrones, Abel (Claudio Da Passano) vende carnada para la pesca en una banquina del asfalto que va al Tigris. Ese lote que comparten a la fuerza será su propio Edén, partido al medio, triste y aislado de todo. La acción transcurre un domingo cualquiera, día de descanso para Caín, día de vender carnada para Abel, quien pasa el resto de la semana vagando. Pero ese domingo será distinto porque Tatita (Rafael Bruza) regresará y las cosas no serán como ambos pensaron.

Caín está a la derecha del campito, pregona la cultura del trabajo y cumple con los mandamientos del Señor. Abel ocupa el espacio de la izquierda y cree que el trabajo es tan malo que hasta “te pagan por hacerlo”. Caín defiende al capital. Abel defiende la naturaleza. Podría entonces leerse esta versión como la representación del capitalismo y del comunismo. Enemigos íntimos que se repelen pero se necesitan.

Pero al mismo tiempo, en un acercamiento a nuestra realidad, podría pensarse que Caín y Abel son la clase media argentina y la clase popular. La primera, la que se identifica con la clase alta mientras mira de soslayo y con sospecha a la clase de la que ella misma viene. Esa clase sin conciencia de tal que reniega de sus orígenes y puede llegar a caer en el cinismo más absoluto para justificar sus actos. Sin embargo, la clase popular permanecerá intrincada en sus bases, será el espejo que le muestre lo que la otra no quiera ver, será la consciencia mientras aquella será la defensora de la propiedad privada. Una hablará del individuo, la otra del prójimo. Una tendrá intereses, la otra ilusiones.

Abel deja que la naturaleza siga su devenir mientras Caín está preocupado por la medición de las cosas, la acumulación del capital y el resguardo de su propiedad. Al matar Caín a Abel, triunfa el capital que será, al mismo tiempo, la condena para el primero. Dice Tatita: “Destierro…Caín. Vas a andar sin detenerte y no te alcanzará la tierra. Tanto te gusta medir: medirás el mundo en pasos, en pies. Y te afincarás en una tierra un día y harás piedra sobre piedra tu ciudad amurallada (…) Y juntarás capitalito y por guardarlo harás los muros más altos todavía. Y fundarás bienes raíces pero vivirás desarraigado, temblando cada día de pensar en perderlo”

Por su parte, Tatita será ese tercer personaje necesario y que terminará de dar sentido al conflicto. Remite al mito de Dios pero también a la figura del padre, cuyos mandatos hay que seguir. Y es un Dios terrenal, que habla medio a lo gaucho y hace chistes. Con un vestuario que lo acerca a un dueño de estancia y con un acento norteño, es el personaje que enfrenta a Caín a sus propias contradicciones.

La dramaturgia del genial Mauricio Kartún rescata un lenguaje gauchesco y folklórico que retoma la grandilocuencia del lenguaje bíblico y que en los personajes resuena espontáneo. Un texto complejo y potente que es habitado por una actuación excepcional de los actores, Claudio Da Passano, Claudio Martínez Bel y Rafael Bruza, quienes se lo apropian y lo encarnan en cada línea. La dirección magistral del propio Kartún salta a la vista, tanto en la construcción del vínculo entre los hermanos, como en cada detalle cuidado y pensado para cada momento.

La estética de varieté del vestuario, el maquillaje y la puesta da una impresión de farsa a lo que acontece. Tal vez sea la farsa del capitalismo. Más allá de la extensión del texto, cada oración y cada palabra es precisa, están en el lugar exacto. En conjunto, todos los recursos escénicos funcionan a la perfección a tal punto que el espectador piensa que no podría haber sido de otra manera.

Metáfora de las clases sociales, “Terrenal” plantea una crítica a lo social y a lo político desde una mirada aguda, analítica pero no por ello carente de humor. Un texto que nos interpela y nos enfrenta a la contradicción de nuestros propios valores y concepciones del mundo. Una obra que indaga en la identidad argentina. El mito bíblico universal con anclaje en lo nacional. Teatro político, filosófico. Caídos los grandes relatos explicativos del mundo ¿Qué queda?

Ficha técnica:

Autoría: Mauricio Kartun

Actúan: Rafael BruzaClaudio Da PassanoClaudio Martinez Bel

Vestuario: Gabriela A. Fernández

Escenografía: Gabriela A. Fernández

Iluminación: Leandra Rodríguez

Diseño sonoro: Eliana Liuni

Fotografía: Malena Figo

Asistencia de escenografía: Maria Laura Voskian

Asistencia de dirección: Alan Darling

Prensa: Daniel FrancoPaula Simkin

Dirección: Mauricio Kartun

Teatro del Pueblo, Roque Sáenz Peña 943, CABA.

Jueves y domingos, 20 hs

Viernes y sábados, 21 hs

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